Capítulo 8

263 42 42
                                    




Frente a mí, había alguien, o algo, que iba subiendo poco a poco bajo la sábana hasta llegar casi al techo. ¿Qué demonios había invocado? ¿Y cómo podía echarle de mi cuarto?

—¿Y... y quién eres? —pregunté, tembloroso.

—Bajo mis uñas, piel. Bajo mi piel, sangre. Bajo mi sangre, huesos. Bajo mis huesos, pesadillas —dijo, con una voz dura y predegosa.

—¿Cómo?

—Bajo mis uñas, piel. Bajo mi piel, sangre. Bajo mi sangre, huesos. Bajo mis huesos, pesadillas —repitió y, bajo la sábana empecé a ver cómo se iba formando algo. Pero qué era.

Una luz de un coche cercano que pasó junto a mi casa iluminó mi cuarto y la sábana. Al trasluz pude ver que, en el interior, se estaba formando una figura humana, pero con grandes garras afiladas y una cara alargada con una sonrisa que le llegaba desde labarbilla hasta casi la frente. Desde luego, no era el Fantasma de la Lluvia. Había invocado a otra cosa

—Bajo mis uñas, piel. Bajo mi piel, sangre. Bajo mi sangre, huesos. Bajo mis huesos, pesadillas. Bajo mis pesadillas... —y se quedó en silencio. ¿Tenía que terminar yo la frase?

Con una de sus garras comenzó a desgarrar lentamente la sábana, como buscando salir. Pero todo lo hacía lentamente, como si no supiera aún dónde estaba o qué debía hacer. Fui lentamente hacia atrás hasta llegar a la puerta y, quitando el cerrojo, traté de abrirla. Pero por alguna extraña razón, la puerta no se abría.

La cama crujió bajo su peso y se rompió por completo. El crack me dio un susto de muerte, mientras que aquel espíritu, fantasma, demonio o lo que fuera, no se inmutó lo más mínimo. Bajó de la cama sin quitarse la sábana. Pero a través de sus desgarros, podía ver  un lateral de aquella cara alargada y deformada. Sus ojos eran amarillentos, como los de un gato. Y me miraban directamente a mí.

—Bajo mis uñas, piel. Bajo mi piel, sangre. Bajo mi sangre, huesos. Bajo mis huesos, pesadillas. Bajo mis pesadillas... —repitió de nuevo.

—No-no sé lo que quieres decir. ¿Dónde está Quim?

—¿Quim? Yo no soy Quim —y dio un paso hacia mí.

Sin pensarlo dos veces, me abalancé sobre la vela negra y traté de apagarla con la mano, pero era imposible. Era como tocar aire. Daba igual lo que hiciera. Y, de repente, la llama se hizo enorme y llegó hasta el techo, cubriéndolo por completo de fuego. El techo y las paredes. El pomo de la puerta comenzó a arder y tuve que separarme por completo.

—Bajo mis uñas, piel. Bajo mi piel, sangre. Bajo mi sangre, huesos. Bajo mis huesos, pesadillas. Bajo mis pesadillas...

Entonces se me ocurrió. Tenía que llamar a Dani. ¡Él sabría qué hacer! ¡Seguro que conocía a este ente o lo que fuera! Busqué el móvil en mi bolsillo al momento que daba otro paso hacia mí y sacaba su garra de debajo de la sábana, estirándola en mi dirección. Dani respondió al primer tono.

—No puedes dormir, ¿verdad? Yo tampoco. A ver, no es que de normal duerma mucho, pero es que lo de hoy ha sido tan intenso, que fíjate, estaba pensando en escribirte. Y claro, no lo hacía porque me dije: se va a pensar que soy un acosador que...

—¡DANI! ¡Necesito tu ayuda!

—¿Qué pasa? —respondió, alarmado.

—He-he tratado de invocar a Quim...

—¿Sin mí? —replicó ofendido.

—¡Ha venido otra cosa, Dani! ¡Ha vendido otra cosa, y está en mi habitación! —chillé cuando dio un nuevo paso hacia mí. Su cuerpo seguía formándose y retorciéndose bajo la sábana.

Bajo la lluvia (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora