Capítulo 11

242 35 22
                                    

    Con esas    últimas palabras, Carlos Sarmientos cerró de golpe la puerta de su casa dejándonos fuera a Dani y a mí. Pero lo que me había susurrado al oído seguía dando vueltas en mi cabeza. ¿Quién era el Príncipe Rojo? ¿Y qué tenía que ver con todo lo que estaba pasando?

    —Perdona, no sabía que estaría tan loco —se disculpó Dani —. Bueno, loco no. Quizá es que lo de vivir ahí... pues tiene su efecto, ¿sabes? ¿Tú crees que oculta algo? A mí me ha parecido CLARAMENTE que ocultaba algo.

    Y creo que siguió hablando un par de minutos más. A veces Dani ni siquiera necesitaba una respuesta sino soltar todo lo que pasaba por su mente.

    —¿Tú qué crees?

    —¿Yo?

    —Sí. Estás muy callado.

    —Me ha dejado pensando...

    —¿Qué te dijo cuando nos fuimos? —me preguntó al fin.

    —¿A mí?

    —Sí. O eso o intentó besarte el cuello —bromeó Dani.

    —Vigilad vuestras espaldas, puesto que él regresa, de la ciudad maldita de Olmada —repetí, casi de forma automática.

    —¿Olmada? ¿De qué me suena eso? —dijo Dani, mordiéndose el labio inferior, como haciendo fuerza para pensar.

    —Le pregunté que quién regresaba y me dijo que el Príncipe Rojo.

    Dani se quedó blanco al momento y se paró en medio de la calle, totalmente aterrorizado.

    —¿Qué has dicho?   

    —El Príncipe Rojo.

    —¡Joder! ¿Seguro que te dijo eso? —insistió Dani.

    —Sí. Sordo no estoy por ahora.

    —Dios, dios, dios. Esto es mucho más grande de lo que yo pensaba...

    —¡Pero qué pasa! ¡Quién es ese Príncipe Rojo!

    —Es-es un ser primigenio. Estaba aquí antes que tú, antes que yo, antes que todos nosotros. Y... me faltan palabras para poder explicarte. Pero, por ahora, deberíamos darnos prisa. Si el nieto de Carlos Sarmientos va a estar en el puente, quizá esté en peligro. Y si lo que ha dicho ese señor es cierto, es nuestra única pista.

    —Pero no le conocemos de nada. ¿Cómo vamos a saber quién es? —le respondí y entonces Dani sacó algo de su bolsillo. Era una fotografía. En ella salían Carlos Sarmientos y un chico veinteañero rubio, bajito y muy sonriente —. ¿Y esa foto?

    —Cuando se fue a la cocina, empecé a rebuscar y la encontré sobre su mesa. Mira por detrás.

    Giré la fotografía y se podía leer: DAVID, MI NIETO FAVORITO.

    —Debe de tener demencia o algo así. Y quizá usa esta foto para recordar quién es, ¿sabes? —me explicó Dani.

    —Pero se la has robado...

    —Tranquilo, que se la pienso devolver. A él o a su nieto, si le encontramos, claro. ¡Vamos! —y, tirando de mí, nos adentramos de nuevo bajo la lluvia para ir al puente donde todo había comenzado. Solo esperaba que no fuera el sitio donde todo terminara...

    Cada paso que dábamos llovía con más fuerza. Como si acercarnos a ese puente tuviera ese poder. Y una parte de mí no quería llegar. No quería ser testigo de una nueva muerte delante de mis narices. No. Dani, por su parte, iba a toda velocidad. Estaba claro que quería llegar y ver si podíamos salvar a ese chico. ¿Por qué le afectaba tanto todo esto?

Bajo la lluvia (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora