Capítulo 9

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Cuando me desperté al día siguiente, abrí las ventanas deseando que hiciera sol. Pero sabía que era un deseo absurdo. El Fantasma de la Lluvia, o como lo llamó Dani, el Euri Mamua, había matado la tarde anterior. Así que su huella seguía presente en forma de aguacero. Me levanté casi dos horas antes de las nueve, cuando había quedado con Dani, y estaba seguro de que, en mis sueños, se había colado el Errante o alguna presencia sobrenatural, porque fui incapaz de descansar más de media hora seguida.

    Después de un desayuno rápido, salí de casa y mis padres ya no estaban. Se iban siempre pronto a trabajar. Mejor. Así no tendría que explicarles a dónde iba y con quién había quedado. No que se fueran a extrañar... Bueno, si les contaba lo que teníamos entre manos, desde luego. Pero, en cuanto salí por el portal, me encontré cara a cara con los agentes de policía que habían ido al colegio. ¿Qué hacían en mi edificio?

    —Leo Castro, ¿verdad? —me dijo la agente.

    —Sí —respondí con un nudo en la garganta.

    —¿Podemos hacerte unas preguntas?

    —¿Sobre? —pregunté, confuso.

    —Solo será un segundo. Si pudiéramos subir a tu casa en vez de estar aquí en el portal...

    —Llego tarde a un sitio.

    —Será rápido, en serio —insistió el agente de la derecha.

    —¿Estoy obligado a ello? —pregunté. No quise que sonara en plan chulo, pero no pude evitarlo.

    —No, pero vendría muy bien que...

    —Pues lo siento pero llego tarde —y pasé entre los dos.

    —No te conviene irte así. Ayer estuviste también en la escena de un asesinato. La siguiente vez que vengamos, será con una orden —me amenazó el policía, pero yo eché a correr bajo la lluvia, tratando de acallar sus amenazas. ¿Cómo iba a explicar todo lo que estaba ocurriendo? ¡Pensarían que estaba loco!

    Corrí y corrí bajo la lluvia, como si por ir más rápido pudiera dejar atrás los días que habían pasado desde la muerte de Quim. Pero me perseguía el sentimiento de culpabilidad. Continuamente. No podía huir de él. Porque en el fondo seguía sintiendo que había muerto por mi culpa, que debería haber sido yo... y que no estaba haciendo lo suficiente por rescatarle de donde quiera que estuviese. Y era algo que, tarde o temprano, iba a volverme loco. Menos mal que había conocido a Dani. Sabía que él tenía la clave para solucionar todo. O eso esperaba, porque me iba quedando sin opciones... y el Fantasma de la Lluvia volvería a matar. En unas horas. En unos minutos. Quizá ahora mismo estuviera acechando a alguien indefenso.

    Cuando llegué al Starbucks en el que habíamos quedado, Dani estaba sentado en una mesa junto a la ventana. Nada más verme empezó a saludarme efusivamente. Tanto agitó los brazos que tiró el café sobre un hombre que estaba justo tras él, y claro, el hombre entró en cólera. Tuve que entrar corriendo para salvarle.

    —¡Perdón! ¡Se me resbaló!

    —¡Coge tu puto café bien, niñato! —gritó el señor.

    —¡Eh, eh, relájese que ha sido un accidente! —intervine, haciendo que mi voz sonara lo más fuerte posible.

    —¿Y tú quién eres?

    —Su amigo. Y ha sido un accidente.

    —Ya, claro. Pues que tenga cuidado, joder —dijo entre dientes y se dio la vuelta, sentándose de nuevo en su mesa mientras seguía protestando. Dani tenía una cara de terror absoluto.

Bajo la lluvia (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora