Capítulo 33

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Una rubia pecosa caminaba muy sonriente por las calles de New York, no era para menos, los últimos días habían sido de los más lindos de su joven existencia, eso sin contar que las muchas actividades amorosas tanto nocturnas como mañaneras, de las cuales era responsable su apuesto esposo, la dejaban más que bien dispuesta para estar de buen humor.

Claro la muy despistada poco sabía de las carreras que, hacia pegar a sus pobres guardaespaldas, ya Lily tuvo que alejar en varias ocasiones a cierta rubia pelilacia, que por alguna razón le daba por seguirla, como la fiel agente tenía antecedentes de sobra sobre la mencionada joven, no dudó en espantarla apenas la miraba asomarse, la pobre chica Marlowe sufría hasta tics nerviosos al verla, de lo traumada que la dejó.

Desde ese primer instante en que la cuidaron se hizo evidente que debían andar en parejas, puesto que una sola no se daría abasto, si no es porque ese día de casualidad Doris llego a acompañarla, habrían perdido a la pecosa, pues ella ignorante de lo sucedido con la pelilacia, siguió avanzando despreocupadamente, por lo que la pobre Doris tuvo que seguirla y cuidarla mientras Lily terminaba de espantar a la gusi.

Esa mañana en especial iba tan alegre haciendo planes mentales sobre lo que verían con su suegra, para los preparativos de la boda, que no se percató y terminó chocando con una joven pelirroja, a punto de disculparse iba cuando una chillona y molesta voz que reconoció al instante le habló:

―se puede saber que estás haciendo aquí huérfana zarrapastrosa, ―fue el cálido saludo de Eliza.

―ay no lo que me faltaba, encontrarme con la zanahoria desabrida, ―dijo en casi voz baja la pecosa.

― ¿Cómo has dicho igualada?, ―Eliza trató de abofetear a Candy, si, trató, porque la pecosa le detuvo la mano, mirándola muy seria.

―ni se te ocurra tocarme, aléjate de mí.

―señorita Andrew, no se debería haber adelantado, le quita lo divertido a mi labor, ―expresó Fantasía, tomando la mano de Eliza y alejándola de la pecosa, ―si gusta puede usted continuar, Elby le acompañará, mientras yo me encargo.

―pero ¿Quién te crees que eres?, suéltame gata, no tienes ningún derecho de tocarme, ―reclamaba con su molesta voz la pelirroja.

Candy sonrió a su guardaespaldas y continuó su camino, dejando atrás las quejas de Eliza, quien no podía creer que su odiada antítesis ahora hasta tuviera agentes cuidando de ella, si se supone que era una pobretona, de donde sacaba el dinero, Elby se quedó con las ganas de quedarse a ayudarle a Fantasía, pero no podían correr el riesgo de que Susana apareciera, por lo que como la profesional que era siguió fielmente a la rubia pecosa.

Candy entro a la exclusiva tienda en que se reuniría con su mamisuegra y olvidó totalmente el incidente, había cosas mucho más importantes en su vida que preocuparse por molestias menores, allí les llevaron unas bebidas, mientras le traían unos cuantos atuendos para su ajuar, al inicio ella no estaba muy convencida de querer uno, pero Eleonor no dudó en convencerla y ayudarla, mimándola como solo una madre lo haría.

Sabía que cuando Annie y Paty se les unieran en unos días, seguramente escogerían más, pero estaba segura de que utilizaría todos y hasta falta le harían, más de alguna prenda seria rota en las impacientes manos de su apuesto esposo, de hecho, ya una que otra sufrió ese destino, pensaba con una sonrisa apenada, pero sin arrepentimiento, total, valió completamente la pena.

Elby, logró complacer sus ganas de tener un poco de acción, cuando vio que cierta zanahoria desabrida quiso colarse a la exclusiva boutique con un mal disfraz, Fantasía que ya se había encargado de ella antes despachándola, le cedió el lugar para que ahora pudiera encargarse, esta demás decir que la pobre pelirroja quedo también con trauma, no podía ni ver asomarse a una mujer con gafas negras, que ya salía disparada.

Deber y AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora