Capítulo 36

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Albert no pidió, exigió que su hermanita fuera llevada a la mansión de los Andrew, en la que estaba viviendo con tía María, nana Pony, hasta sus primos y amigas estaban quedándose en dicha mansión, el castaño comprendió la necesidad de su cuñado, por otro lado, imaginaba que las buenas mujeres estarían muy angustiadas por su niña, así que accedió, eso sí, pidió llevaran a su madre allí también, pues la pobre seguro estaba muerta de preocupación.

― ¿Cómo es que conseguiste que Eleonor no estuviera aquí?, ―preguntó Candy, cuando ya se disponían a irse de la mansión de Reese.

―fue parte del protocolo de seguridad, al confirmarse un secuestro, de inmediato se resguarda a los miembros que quedan, debido a eso mamá fue confinada en casa por sus agentes, para prevenir que ella estuviera en riesgo.

―pero, no entiendo, ¿porque no te resguardaron también a ti?

―no estaba en peligro y no les di tiempo, de inmediato me puse al frente para buscarte, me conocen lo suficiente como para saber que no me quedaría de brazos cruzados hasta rescatarte y que sería más peligroso no dejarme ir, aun así, difícilmente estuve en riesgo, si nos observas todos usamos estos chalecos antibalas y nuestros agentes se encargaron de todo.

Su llegada a la mansión Andrew coincidió con la llegada de Eleonor, quien no paraba de abrazar a su nuera, verificando que estuviera bien, también revisó varias veces a su retoño, de solo imaginar que algo malo pudo haberles pasado perdía años de vida, abrazó con igual cariño a Annie y Paty, a quienes ya las veía como miembros de su familia.

Richard estuvo informado en todo momento, soportando la preocupación de no poder estar con sus seres queridos en esos instantes tan difíciles, habló con Terry en el camino hacia la mansión Andrew, incluso conversó con su nuera.

Candy, Annie y Paty fueron mimadas no solo ese si no en muchos días posteriores, el susto de casi perderlas era algo que deseaban no volver a vivir nunca más, Terry agradecía infinitamente que su pecosa no se quitaba los aritos que él le regalo en navidad y del cual él había guardado uno durante un tiempo, ahora ella lucia los dos, en los cuales estaba configurado un minúsculo rastreador GPS, con el cual sus agentes siempre tenían su ubicación.

June ingresaba junto a varios agentes del FBI, uno de ellos llevaba a Reese, cuando este vio a una rubia pelilacia muy conocida para él.

― ¡Susana!, ―gritó el hombre, ―eres una traidora, considérate muerta, eres tan culpable como yo, no olvides que fuiste tu quien me pidió que secuestrara a la señorita Andrew, no vas a salirte con la tuya.

La pelilacia se puso pálida ante las acusaciones y amenazas de Reese, no esperaba tener tan mala suerte de ser vista por él.

―no sé de qué hablas, además tu eres el culpable, crees que no sé lo que querían hacer conmigo, te escuché a ti y a los demás hacer planes de venderme.

―no habrá un lugar en donde estes segura Susi, te voy a encontrar, ―aseguro Reese con un tono mortal de voz.

―no te tengo miedo, pues adivina que, mi querido Reese, estaré protegida, si, como lo oyes, soy una testigo muy importante, por lo que nada malo me pasará, no importa cuánto trates de atacarme, púdrete desgraciado, si no hubieras tratado de dañarme nada de esto habría pasado, pero claro, tenías que ser un idiota.

―no existe un lugar en el que no te encuentre Susanita, ―respondió con una sonrisa siniestra el hombre mientras era llevado por los custodios.

June escucho todo, decidiendo interrogar más a fondo a Reese para confirmar la acusación, sobre que Susana fue quien ordenó el secuestro de Candy, si eso era verdad ella se iba a encargar de que la pelilacia pagara muy caro su osadía.

Deber y AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora