Pavo y Rosita

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24 de diciembre/ 6 años atrás.

2:20 pm


Los niños se encontraban emocionados por la noche de noche buena, al día siguiente tendrían los regalos que pidieron, su religión no les permitía creer en santa Claus, ellos sabían que sus padres eran los que ponían los regalos debajo del arbolito. La familia Gastrell celebraría la navidad en el campamento religioso en el que se encontraban. Todos los años variaban los lugares en los que estarían, viajaban a todas partes del mundo, pero los hijos Gastrell solo querían una cosa; pasar navidad con sus abuelos maternos. Eran un amor de persona, pero por alguna razón John y Vanessa Gastrell jamás los dejaban convivir con ellos, en cambio, los únicos abuelos con los que pasaban tiempo eran los papás de su padre. La pequeña Dakota los describía como "los ogros de la familia".

Este año nada era distinto a los otros, o eso creían, durante los últimos dos días, Dakota había tenido unas visitas al bosque, ahí donde nadie la veía, nadie sabía de ella, nadie la escuchaba, se sentía tan feliz, por primera vez estaba disfrutando de su soledad. Se sentaba en el tronco de un gran árbol que parecía tener cientos de años ahí, con sus raíces formaba el espacio perfecto para tomar asiento.

Dakota se encontraba imaginando como seria el inicio de ese árbol y en su mente creo una historia. Formo cuatro monos de nieve y los sitio frente a ella.


—Hola alumnos queridos —enuncio muy feliz imaginando que ella era la maestra de esos niños— tomare lista y dirán presente los que se encuentren aquí, después les contare como llego aquí este gran árbol.


Simulo tomar una libreta y leerla.


—Margarita —como ella la única persona ahí simulo la voz de uno de los muñecos— presente. ¿Jason? Presente —puso una voz grave— ¿Mateo? Presente. ¿Camila? Presente.


Termino de tomar lista y sonrió al ver que fingir era divertido.


—Lamento llegar tarde maestra —una voz de hombre la asusto e inmediatamente se apartó y soltó las hojas que tenía en su mano.


Albert era el único que sabía de las escapadas de la niña, la seguía y la veía jugar, se aseguraba de que estuviera segura, pero ella no se había dado cuenta en ninguna de las veces. Por fin había decidido en convivir con ella, así que fingió ser uno de sus alumnos para que ella lo aceptara. Se sentó al lado de los muñecos de nieve como si fuera uno más de ellos, pero Dakota seguía asustada, sabía que él era amigo de su padre y lo mas seguro es que le diría a su padre y el la regañaría y castigaría de por vida.


—No tengas miedo —dijo el— solo quiero jugar contigo.


Ella permaneció callada sin saber que hacer.


—Cuéntanos la historia de este árbol, maestra, por favor.


El optimismo de Albert la convenció y empezó a contar la historia que había formulado en su mente.


—Este árbol se llama "Pavo y Rosita" en honor a la persona que lo plantó —paso su mirada por todos lados hasta al final toparse con la de Albert que parecía estar prestando mucha atención— Rosita era una niña huérfana, había escapado muchas veces de los orfanatos ya que ella era una niña libre, no le gustaba vivir presa de las reglas. También era nómada y robaba cosas del pueblo para vivir. Un día salió en busca de comida y encontró el banquete perfecto, en una manta en el piso, una pareja parecía tener una cita, en un gran plato de plata se encontraba un delicioso pavo. Rosita tenía mucha hambre e inmediatamente ideo el plan perfecto para robarlo sin salir lastimada, en cuanto menos lo pensó la pareja se levantó a recoger una bolsa que el aire se estaba llevando y la oportunidad vino perfecta para ella, así que sin antes pensarlo salió corriendo por él, pero unos pasos antes de llegar un perro la alcanzo y robo el pavo. Ella se enojó tanto y siguió al perro hasta alcanzarlo. Rosita y el perro tuvieron una fuerte pelea por el pavo y al final lo terminaron partiendo en dos, ella comió la mitad limpia y el perro comió la mitad que él ya había babeado. Sin querer empezaron a toparse en todos lados y Rosita decidió que no estaría mal tener un compañero así que le empezó a dar la mitad de su comida siempre que lo veía y así empezaron a crear un lindo lazo. Pasaban los días y jamás se separaban, el la seguía a todos lados e incluso ahora robaban comida juntos, ella decidió que no era apropiado dirigirse hacia el solo como "perro" así que pensó y pensó y el mejor nombre que pudo encontrar fue "pavo". Ella se sentía tan feliz, ya no solo era "Rosita" ahora eran "Rosita y pavo".


Albert rio por la historia que estaba creando la niña, le parecía tan fabulosa y graciosa, lo mejor es que lo lograba sin esforzarse.


—¿Y que más paso, maestra? —pregunto el para que ella siguiera con su historia.

—Se hicieron inseparables, recorrían los lugares que quería juntos y se vieron crecer, pavo también empezó a sentir mucho cariño por su dueña. Pero un día las cosas se vieron muy difíciles, estaba nevando y ellos se encontraban sin algún refugio en el cual pasar la noche, tampoco contaban con un abrigo que les quitara el frio que sentían. Pavo sentía la preocupación de Rosita así que no la dejo sola, ella estaba llorando y él se marchó corriendo en busca de algo que sirviera. Minutos más tarde regreso con muchas flores que había robado de una florería y se las dio a Rosita, había visto muchas veces a los humanos hacer eso y él era un perro muy inteligente. Ella se sintió muy feliz al ver lo que había hecho su fiel compañero, lo abrazo hasta que ambos se quedaron dormidos, se dieron de su calor durante toda la noche, la fría nieve los cubrió. A la mañana siguiente Rosita despertó primero, se dio cuenta de que ambos estaban muy cubiertos de nieve, se habían quedado dormidos justo debajo de la tormenta de nieve, empezó a quitar toda la nieve que estaba encima de ella y siguió con la de pavo, empezó a despertarlo, pero él no lo hacía, desesperamente lo movió queriendo que el reaccionara, pero no obtenía logro alguno. Pavo había muerto de frio durante la noche. Rosita lloro mucho ese día y todos los que vinieron después, se quedó sola y ya no había nada que lo consolara. Una noche dejo de respirar y murió al lado de su fiel compañero.

—¿Y cómo creció el árbol? —cuestiono Albert con curiosidad.

—Las flores que le había dado Pavo a Rosita tenían semillas que florecieron hasta llegar a hacerse un hermoso árbol en él ahora los dos viven sin miedo ni tristeza, ya no tienen que robar para poder alimentarse y tampoco sufren de frio ya —finalizo Dakota y Albert aplaudió muy contento y conmovido por la historia.

—Que bella historia, maestra.

—Gracias —la niña se había olvidado de la vergüenza y ahora se sentía más segura al lado de Albert.


Pasaron los minutos en los que siguieron jugando y formando nuevos muñecos de nieve los cuales eran los nuevos alumnos y compañeros. Se rieron, se divirtieron y lograron pasar un buen rato juntos, pero la hora en la que se tenían que separar pues en el campamento empezarían a buscarla a ella.


—Hoy será noche buena y la pasare solo en mi cabaña —dijo el con tristeza y esto causo algo adentro de Dakota. Pensó en que él había estado con ella en esos momentos de soledad, así que lo más justo es que ella hiciera lo mismo por él.

—Puedes venir a cenar con mis padres y mis hermanos —ofreció ella demasiado feliz.

—No quiero arruinar su momento en familia, gracias —el tono de tristeza seguía en el— o tal vez puedes venir a mi cabaña, podremos comer dulces y ver la película que quieras.


Esta propuesta la hizo pensar mucho, tendría que pedirle permiso a su padre y sabía que él no lo permitiría.


—Tendré que consultarlo con mi padre —respondió ella un poco desanimada.

—No creo que sea lo mejor —Albert fingió pensar— cuando nadie se dé cuenta ven a mi cabaña, yo le comentare a tu padre mañana, seguro estará muy feliz contigo por ayudarme a ser más feliz.


Ella lo pensó y le hallo lógica a lo que estaba pidiendo el.


—Está bien —acepto la propuesta y se despidió de el con una sonrisa tímida.


Volvió al campamento muy feliz por haber hecho un nuevo amigo.

La mente enferma de Albert estaba feliz igualmente, él sabía que no estaba para nada bien lo que estaba ideando, pero lo paso por alto. Pronto tendría lo que queria. 

Todos somos culpables.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora