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Rubén:

Me encontraba en el baño lavándome las manos, un poco extrañado por los ruidos de afuera, pero supuse que eran unos chicos que huelen a sudor y a grasa peleándose por cartas de Pokémon en los pasillos como todos los días.

Sin yo esperarlo, la puerta se abrió de golpe, haciendo que de un pequeño salto del susto.

—¡Rubén, rápido porfavor, vení!— Iván entró corriendo y me agarró del brazo.

—¿Qué? ¿Por qué, qué pasa?—

—Es Alex.—

De inmediato me alarmé, y la expresión que hice en ese momento lo delataba. Salimos los dos del baño, y mi corazón se partió en mil pedazos. Si pudiese volver atrás en el tiempo, hubiese deseado haber evitado que Quackity sufriera un ataque de pánico.

—No, dios.— Murmuré y fui lo más rápido que pude hacía él.

Lo tomé de espaldas, e hice lo que pude para intentar agarrar sus manos y evitar que siguiera lastimándose. Tenía mucha fuerza al resistirse, intentaba sacarme, pero quería que su ataque terminara.

—¡Alex, está bien! ¡Todo está bien!— Exclamé, teniendo como respuesta un sollozo de su parte.

Iván llegó hacía nosotros y me indicó que lo llevemos afuera. Había tocado el timbre para ingresar a clases, pero yo estaba totalmente dispuesto a perderme las horas que sean necesarias para que Quackity esté bien. No me importaba nada, solo quería dejar de verlo sufrir así. Repetía cosas como "Quiero ser normal", y esas palabras hicieron que se me agüaran los ojos y mi fuerza se debilite, pero jamás dejé de abrazarlo ni de soltar sus manos.

—¡Alex!— Iván estaba igual de desesperado que yo, llevándolo hacía el campo de deportes.

—¡Déjame golpearme así puedo morir de una vez!—

Iván y yo nos miramos, realmente preocupados por sus palabras. Abrió la puerta para que los tres salgamos, y una vez ahí bajo el cielo gris, pensaba que iba a calmarse, pero no, así que rápidamente me puse al frente de Alex y lo abracé con las fuerzas que me quedaban.

Poco a poco fue calmándose, tanto sus golpes como su llanto, y no pude evitar tampoco la lágrima que se me había escapado recorriendo desde mi ojo hasta mi mandíbula.

—Quackity...— Susurré —Ya todo está bien, porfavor dime que ya pasó.—

—Quiero...— Habló sin ganas con su frente contra mi pecho —Ser normal...—

—Alex porfavor, me dueles, tú si eres normal, te lo prometo.—

—Chicos, siéntense ahí, yo voy a buscar a la enfermera Mablins, ¿Ok?—

Asentí con las nuevas indicaciones del argentino, y lo seguí de vista hasta que salió por la puerta.

Tomé la mano del pelinegro y nos sentamos al lado de la puerta, él apoyando su espalda contra la pared y yo enfrente suyo. Su mirada estaba más  perdida de lo normal, pero también mostraba descontento, vacío, y sus lágrimas se secaban en sus mejillas dándoles brillo en ellas.

Suspiré de alivio al ver que todo ya se había calmado. Todos se habían enterado de la situación, pero eso no me podía importar menos. La salud de Alex era lo más importante en estos momentos, lastima que a no todos les importa, y lo peor es que ni siquiera Juan ni Ari estuvieron ahí en esos momentos. Parece que sus besos son más importantes que el ataque de pánico de su amigo autista.

Todo el ambiente era de lo más triste. Alex no pronunciaba ni una palabra, solo se balanceaba levemente de atrás hacía adelante, ignorando mi existencia, mientras se abrazaba su estómago. Este otro lado de él me ponía muy mal, pero era parte de su condición, y todo fue gracias a la gilipollas de Danae. Sin embargo, no quise quedarme callado.

Más allá del síndrome ➵ Rubckity.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora