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Rubén:

—Agh, ¿Cómo podeis vender estas mierdas?—

—¿Qué, "Barbie Dreamhouse Party
"? Las niñas también pueden jugar videojuegos. ¡Vamos, que el que trabaja Dios lo ayuda, aunque así no era el dicho!—

Volqué mis ojos y acomodé la pila de juegos en su determinado estante. Estaba cansado, pero el pago de ayer me motivó a seguir trabajando aquí. Por fin podría comprarme esa silla gamer con ruedas que tanto quería.

Le conté todo a Leo, por más que haya pasado tres días desde lo que ocurrió con Danae. Alex no había venido a clases por todo el resto de la semana, pero en vez de ir a visitarlo, quise darle su espacio, el espacio que él mismo me pidió por mensaje.

—Vaya... Esos ataques los tiene desde siempre.— Dijo mientras tomaba su lata de cerveza —Me acuerdo que ayudé a su madre a calmarlo de un ataque de pánico a sus 7 años. Estaban lanzando fuegos artificiales y bueno, los autistas son muy sensibles a los ruidos.—

—Si, lo sé...— Respondí levantándome del piso luego de acomodar otros videojuegos del estante de abajo de todo —Fue horrible verlo en esa situación, realmente no supe que hacer, pero con ayuda de Iván logramos que se calmara.—

Escuché que dejó su lata en la mesa y un eructo de su parte. No me dio asco, es algo que hacemos los hombres, supongo.

—Parece que quieres mucho a Alex.— Su comentario me puso colorado —Él me habla mucho sobre ti.—

—¿S-Sobre... mi?— Me di la vuelta para mirarlo.

—Ajá, sisi.— Asintió —A fin de cuentas, Alex no es tan heterosexual como piensas...—

Su comentario me hizo poner más colorado, pero Leo empezó a reírse en plan tetera. ¿Era algo bueno lo que me dijo? Supongo, sentí un alivio, pero ahí a ser verdad... Lo dudo.

Mientras se reía (él solo), extendió su brazo y me hizo señas con la mano para que me acercara, y eso hice. Seguido a eso posó su mano en mi hombro como si me fuera a contar un secreto.

—Hay un parque hermoso a unos minutos de aquí, con un lago grande. Puedes llevarlo ahí.—

—Pero Leo, que Alex no quiere ver a nadie...— Dije preocupado.

—Rubius, no hay nadie que él quiera ver más que a ti. Créeme.—

Al decir eso y dejarme medio pensativo, sacó de abajo de su estante una bolsa con pequeños trozos de pan.

—Necesitarás esto.—

—...¿Para?—

—Me molestas haciendo preguntas estúpidas. Y ten esto, también lo necesitarás.—

Sacó de su bolsillo las llaves de su coche y me las dio, guiñandome un ojo. Bien, supongo que si lo decía era cierto, Leo y Alex se conocen hace mucho tiempo.

Tragué saliva y salí de la tienda luego de haberme cambiado y puesto algo más cómodo que una camiseta de rock de una banda que ni escuchaba, solo la usaba para el trabajo.

Me subí al coche prestado de Leo y lo prendí con las llaves, poniéndome algo nervioso, ya que si bien tenía la licencia, hace unos meses que no manejaba, solo conducía para llevar a Mangel a la casa de su padre.

Encendí la radio y puse a mi artista favorito del momento, Eminem, que hizo mi viaje más entretenido, y me hacía dejar de pensar tanto en no conducir mal.

Cuando estacioné enfrente de la casa de Alex, saqué mi móvil y marqué su número. Pensaba que no iba a contestar, pero no tardó mucho en hacerlo.

—¿Bueno?—

Más allá del síndrome ➵ Rubckity.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora