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Alex:

—¿QUÉ? ¡Agh, a ese pedazo de mierda lo voy a mandar de nuevo a Noruega de una patada!—

—¡Te-te pido que no grites, Juan!—

Hice un gesto con las manos, y Juan se calmó un poco. Me dio un poco de miedo que Ruben nos escuchase desde la otra punta del salón, nosotros en la primera fila y su grupo de matones al fondo de todo.

El profesor de literatura había faltado ya que había sido padre ayer, y se tomó licencia por dos semanas. Así que, las primeras dos horas de la mañana las teníamos libres. Por ende, aproveché para contarle a Juan lo que había pasado ayer con Ruben detrás de las gradas de la cancha. No voy a mentir, pensé en esa conversación todo el día de ayer.

—¿Enserio te ha dicho eso?—

—Hm.— Hice un sonido de afirmación, intentando mirar la cara de mi amigo.

—Se lo ve de lo más frustrado a ese niñato... Aún así, ¿Supongo que eso no te afectó, cierto?—

—No realmente.— Respondí con indiferencia —Pero estuve pensando mucho desde ayer. Tal vez sea difícil, más para mi, pero no me pienso arrepentir. Además... tenemos una promesa, Juan Granizo.—

—Exacto, patito. Ambos seremos famosos y colaboraremos hasta viejitos.—

Me pasó la mano por la espalda y me dio unas palmadas, haciendo que me estremezca y haga algunas muecas. Me incomoda muchísimo el contacto físico de personas que no sean mi madre.

—Ah, lo siento. Olvidé que no te gusta el contacto físico.—

—Está bien.— Respondí.

Desvié mi mirada sin pensarlo, y vi al grupo de los del fondo. Ruben me estaba mirando, pero cuando nuestras miradas se cruzaron, él rápidamente se dio la vuelta, desconectando sus ojos con los míos.

Pensé en decirle a Juan, pero no quería que vaya y le pegue en la nuca como hizo el año pasado. Me acuerdo ese día, lo llevaron a detención ya que me defendió de él y de Luzu, su otra "mascota", como Iván le dice. Realmente no entiendo porqué le dice así.

Llegó la hora del almuerzo, pero yo realmente no tenía hambre. De un momento a otro, desaparecí de la mirada de mis amigos para irme al campo de deportes de la escuela y pasar mi rato de soledad.

Me senté en las primeras gradas y miré el pasto. No sólo me gustan los videojuegos y los patos, también las matemáticas.

—¿Cuantas hojas tendrá la cancha de deportes?— Me pregunté en lo bajo.

Me puse a contar uno por uno, ignorando todo el mundo real. En ese momento, éramos yo y los números.

No podía contar todo, me perdía y eso me frustraba. Aunque, no me perdía por torpe, si no en que no podía dejar de pensar en las palabras de Ruben ese día.

Pensaba en eso mientras abrazaba mi mochila y jugueteaba torpemente con mi llavero de patito. Absorto en mis pensamientos, no me di cuenta que alguien se acercaba a mi.

—¿De nuevo aquí, señor pato?—

Pensaba que no me hablaba a mi, ya que no me llamaba "señor pato".

—Vas a ignorarme, Alex, te atreves a hacerlo.—

—¡Oh, lo siento!— Respondí torpemente volviendo a la realidad.

Soltó una pequeña risa, y en vez de querer pegarme, se sentó al lado mio.

Me quedé muy confundido, ¿Porqué no me molestaba hoy? ¿Porqué se sentaba al lado mío?

Más allá del síndrome ➵ Rubckity.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora