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Rubius:

Había llegado al salón un poco más temprano de lo normal. Me senté en mi asiento sin ganas ni de mirar la hora, con cara de moribundo y deshidratado. Venga, que me pasaba de todo esa mañana.

Me estaba quedando dormido en mi mesa, desparramado como si se tratáse de mi suave y cómoda cama, hasta que veo una sombra pasar por enfrente mío. Curiosamente levanté mi cabeza y no podía creer quien era.

—¿Llegaste temprano por primera vez, Mangel?—

—Un poco.— Respondió agitado y se sentó en el asiento de atrás mío —El tráfico no estaba tan mal hoy.—

Ladeé mi cabeza levemente al ver el cambio de asiento de mi mejor amigo. Miré por unos momentos hacía el fondo y solo pude ver a Auron con su teléfono haciendo quien sabe qué.

—¿Se puede saber el increíble cambio de lugar?— Le pregunté sarcásticamente.

—Buf, larga historia, tío, aunque tú conoces la mitad.— Dijo con cierta indignación hacía nuestros ex amigos —Nada, que ya no los aguanto más, sus tonterías sobrepasan mis límites.—

Hacer que a Mangel se le acabe la paciencia era igual que encontrar un trébol de cuatro hojas, difícil pero no imposible. Alcé mis cejas por el relato inesperado de Mangel y me acomodé mejor para escucharlo.

—¿Pero que ha pasado?— Consulté sin pronunciar mucho la D.

—Las cosas no son iguales sin ti. Solo estaba en el grupo ya que si no estaba con ustedes, no estaba con nadie. Luzu y Auron siempre me han dado un poco de asco por todas las bromas pesadas que hicieron e incluso hacen, lo sabes, así que me ha parecido un acto valiente cuando decidiste alejarte.—

—Oh...—

—Ayer estábamos en un bar tomando unas cervezas y empezaron a hacer comentarios de mujeres del salón y del bar bastante guarros. Con todo lo acumulado de estos años, no pude evitar por primera vez recalcarles que lo que estaban diciendo no estaba bien y que debían parar.— Explicó mientras jugaba con un bolígrafo —¿Sus reacciones? Me han mandado a tomar por culo, pero yo también a ellos. Así que, supongo que estoy sin grupo.—

Sentí demasiada pena por mi mejor amigo. Mangel siempre mereció amigos mejores, muchas cosas han pasado en su vida y lo que necesitaba era personas correctas que lo ayudaran a seguir sus sueños. Pero entonces, se me ocurrió una idea.

—No te preocupes, Mangel, en el almuerzo podrás sentarte conmigo.— Sonreí.

—¿De verdad?—

—Pues claro, hombre.— Le di unas pequeñas palmadas en el hombro —Eres mi mejor amigo, jamás te dejaría de lado.—

Me dedicó una sonrisa confortante y me agradeció, mientras escuchábamos el timbre que daba inicio a otro día académico de mierda. Por más que ahora sea el tercer mejor de la clase, las lecciones de matemáticas siguen apestando.

Me parecía muy extraño algo, y era que Alex no había asistido al insti ese día. Le marcaba y escribía cada que podía, pero no contestaba ningún mensaje o llamada. Pude olvidarme un poco de eso cuando en el almuerzo Mangel conoció a Iván y ambos se llevaron muy bien al instante, se preguntaban sobre sus juegos preferidos y de sus culturas, pero todavía seguía con el Jesús en la boca pensando en mi niño.

Pensé en él hasta en el último segundo de las clases, y cuando tocó el momento de ir a casa, guardé mis cosas lo más rápido que pude y me dirigí a la salida, a ver si mi móvil cogía más señal para marcarle nuevamente. Cuando salí del insti y bajé las pocas escaleras, levanté mi vista y lo vi, esperando en la salida. Mi alma volvió al cuerpo al verlo con su sudadera negra y su gorro de lana, su postura corporal firme pero sus manos apretandose entre sí.

Más allá del síndrome ➵ Rubckity.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora