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Alex:

—No puedo, no puedo, soy un torpe...—

Estaba con Rubén en los pasillos, mientras yo caminaba en línea recta en el lugar repetidas veces. Rubius me miraba de lo más tranquilo con su típica pose de "Chico malo": Espalda apoyada en la pared y brazos cruzados.

—¿Y, y si me odia?—

—Tío, ¿Enserio te importa la opinión de un tercero sobre ti?— Preguntó —No a todos les caerás bien, ¿Qué más da? Que vayan a tomar por culo.—

Si pudiese poner "????" en la vida real, lo pondría por la expresión del español la cuál, adivinen, no entendí.

—Lo sé, lo supe desde que papá se fue de casa.— Admití ya dejando de caminar nervioso y pararme enfrente de Rubius —Pero jamás he echo esto en mi vida. Nunca puse límites a nadie, y eso que siempre digo lo que pienso, por más que sea algo que no pueda evitar.—

—Eso de tu padre... Dolió.— Aclaró su voz —No sabía que-...—

—Si, me abandonó por mi síndrome, quería un hijo sano y salió una escoria llamada Alex Maldonado, ¿Ya?— Expliqué rápidamente — A lo que voy es que, no lo sé Rubius, acabo de desperdiciar un mes entero para confirmar que sólo la veo como una amiga.—

Lancé un suspiro de decepción poniéndome al lado de Rubén e imitando su pose. Era cool, por eso quería hacerla yo también, y aparte estaba cansado de moverme.

—Yo solo te diré una cosa.— Hablaba mientras acompañaba su lenguaje corporal con las manos —Siempre te apoyaré y estaré para ti, ¿Vale? Y quiero que sepas que te quiero mucho, y que cualquier decisión que tomes, sabrás que cuentas conmigo.—

Lo miré luego de que él haya conseguido sacarme una sonrisa. Pero unos segundos después de ese lindo comentario, escuchamos unos ruidos de tacones bastante familiares y un chillido que escuchaba literalmente a diario.

—¡Alexibukie!— Chilló con ese apodo horrible que me puso.

Me tomó de las mejillas y me encajó un beso en la frente, fallando en mi intento de que no se me acercara tanto.

—¡Suerte!— Dijo rápidamente Rubén acomodando la mochila en sus espalda y yéndose a pasos cortos pero rápidos.

—¡R-Rubén!— No esperaba que se fuera, pero escapó de Danae a toda costa. —Ugh...—

Volví a mirar a la chica, notándola ya más calmada. Di un suspiro silencioso y mis manos empezaron a jugar entre sí por sí solas.

—¿Querías hablar conmigo, verdad?—

—Si, Danae... Uhm, no sé por donde empezar.—

—Empieza por el principio.— Rió suavemente.

—¿Por donde más empezaría?—

—Lo sé, tontito, es una broma...— Empujó levemente mi hombro.

¿Se suponía que debía ser gracioso? Lo dudo.

—...Ya, como sea.—Aclaré la voz— Danae, me pareces una chica bastante guapa, inteligente, admiro mucho tus capacidades en el deporte, pero-...—

—¡OH MY GOD, OK, es mi momento!—

Dan se puso contenta de la nada. Me dio la espalda y revolvió su mochila, sacando un pequeño espejo y un bálsamo de labios color rojo y sabor fresa. Se lo puso en cuestión de segundos  tirando sus cosas en donde las había sacado y volteó hacía mi nuevamente.

Mi cara lo decía todo, mostrando una expresión de confusión y desagrado. Odiaba que me interrumpieran, y este momento no era la excepción.

—¿Qué demonios fue eso?—

Más allá del síndrome ➵ Rubckity.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora