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Alex:

No sabía que decirle. Estaba pensando en mi respuesta, hasta que alguien entró al salón.

—Lo siento por interrumpir, chicos, ¿Podrías irse a sus casas? El timbre ya sonó.—

—Si, lo siento.— Dijo Rubén levantándose del pupitre. Me tomó la mano y salimos ambos del salón.

Nos interrumpió el conserje con amabilidad, todo lo contrario a lo que aparentaba, con su barba canosa digna de un hombre de 56 años.

Caminamos por los pasillos, ambos callados. No decía ni una palabra por lo que sucedió hace dos minutos, y no era por disgusto, si no por nervios. ¿Mutismo? No lo sé. Sentía mi corazón latir mucho más rápido y mis manos aún sudaban. Jamás me había pasado esto, nadie me amó como él lo estaba demostrando.

Cruzamos la puerta principal sin yo antes haber echo lo de siempre, tocar tres veces el marco de la puerta con los ojos cerrados, y sentí el fresco aire de la tarde. Eso sí, sin haber hablado aún.

—Uhm, perdón.— Habló Rubén bajando lentamente las escaleras de la salida. —¿Te he incomodado?—

—No, no no.— Hablé por fin —De veras que no. Solo, no se que responder ante estos casos.—

Nos quedamos parados abajo de un árbol cerca de la entrada de la escuela. Tenía mis manos aferradas a las correas de mi mochila, confuso por como las cosas estaban yendo demasiado rápido.

—¿A que te refieres?— Preguntó Rubén descansando su espalda en el tronco del árbol.

—Nunca nadie se me ha declarado, a nadie jamás le he gustado. Toda mi vida he visto a mis alrededores muchas parejas, incluso he ayudado a algunas personas a conseguir novio o novia. Sin embargo, nadie me ha ayudado a mi.— Expliqué —Danae se ha enamorado de mí, creo, pero no le he correspondido. En esas fechas, me di cuenta que me gustabas, que debía aceptar que sentía y siento algo por ti.—

Lo miré de reojo hacía arriba, ya que medía el doble que yo. Abrió levemente su boca, como si quisiera decir algo pero las palabras no le salían debido a la tensión extraña del momento.

—¿Rechazaste a Danae... Por mi?—

—Si.— Respondí —Así es. No sabía como decírtelo, es difícil para mí.—

No obtuve una respuesta concreta de él, pero una sonrisa pequeña se le fue formando en su rostro. Volteó a ver hacia la salida y tomó mi mano, empezando a dar pequeños pasos, obligándome a seguirlo.

—¿Tenemos algo que estudiar?—

—Hmm, no.— Negué —¿Porqué?—

—Hoy será nuestra tarde.— Me miró con una sonrisa de lado a lado —Solo tú y yo, Rubén Doblas y Alex Maldonado. —

—"Rubén Doblas y Alex Maldonado."—

—Así es, muy bien.—

Durante el ya acelerado camino, me iba contando algunas cosas o tarareando canciones, terminando siempre con "¿Conoces la canción? Es de Linkin Park", las cuales no conocía ni una canción. Entendía cuando me quedaba callado, o cuando relacionaba sus temas con los patos. Jamás conocí a alguien que le interesara tanto lo que decía, y era la primera vez que no aburría a alguien con mi presencia.

No sabía a donde me llevaba, pero sabía que no me haría a daño. Confiaba en él, y sería capaz de dejarme caer para atrás con mis ojos cerrados y estar seguro que pararía mi caída.

Estaba tan absorto en mis pensamientos que cuando volví a la realidad, estaba parado enfrente de una residencia abandonada y vieja, como si ahí hubiese estallado una guerra. Bueno, no se lo crean, realmente no hubo ninguna guerra. Fue un intento de metáfora.

Más allá del síndrome ➵ Rubckity.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora