Catorce

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Después de aquella maravillosa semana que pasé a todas horas con Daniela, las dos tuvimos que regresar a nuestros deberes. Ella a su clínica y sus pacientes y yo a la facultad y mis prácticas. Sin embargo, cada tarde, tan pronto terminaba en el hospital, me acercaba a su casa y pasábamos un rato juntas. era incapaz de pasar un día entero sin verla. Necesitaba, al menos, aquellas dos horas diarias, aunque estuvieran centradas en mis estudios. Daniela siempre me ayudaba y yo agradecía que lo hiciera, porque cada vez me costaba más concentrarme en algo que no fuera ella.

Comenzamos a frecuentar el Haven las noches de los fines de semana, aunque yo prefería estar a solas con ella, Laura me rogaba por ver a Laila y así yo podría ver a Daniela también. Era la excusa perfecta, según ella. Lo que Laura no sabía, es que yo no necesitaba aquellas noches en compañía de tanta gente, que lo único que hacían era distanciarnos.

Me veía obligada a cambiar mi actitud frente a los demás. Ya no podía abrazarla en público y echaba dolorosamente de menos su proximidad. Aún así, entendía a Laura cuando me decía que necesitaba ver a Laia, yo misma había experimentado ese vacío y la angustia cada vez que pensaba que algo pudiera alejarme de Daniela.

Laura era mi amiga y estaba dispuesta a mantener aquellos encuentros por ella. No obstante, me negaba a revelar a nadie la extraña pero especial relación que existía entre Daniela y yo, aunque nunca fuera más allá de simples abrazos y caricias. Me conformaba con aquello a pesar de que deseara mucho más.
Juancho también se unía a aquellas noches con la esperanza de ver a Miguel, el rubio que había conocido en BouAzzer, aquel chico mostraba un claro interés por Juancho y las L's tan solo se habían convertido en la coartada perfecta para todos. Cualquier excusa era buena con tal de no revelarnos, los unos a los otros, nuestros verdaderos sentimientos.

Alexa también se dejaba ver por allí con sus amigas. Una noche, en la que había bebido un poco más de la cuenta, se acercó a mí iniciando una conversación. En realidad, no me apetecía entablar conversación con nadie que no fuera Daniela, pero no quise mostrarme maleducada y aparenté mostrarle atención.
 
Cuando después de un rato, mi mirada se cruzó con la de Daniela, volví a ver en sus ojos aquel brillo en el que a había reparado el fin de semana anterior. No me gustaba lo que leía en sus ojos, estoy segura de que ella pensaba que estaba fuera de lugar y que yo tendría que estar, como en aquel momento, divirtiéndome con gente de mi edad. De una manera sutil, me empujaba para que así lo hiciera.

— Buenos días. – saludó reflexiva.

Me esperaba apoyada en la puerta que sostenía abierta para mí y su presencia me dejó sin aliento. No pude evitar recorrerla con la mirada y me pregunté si tendría idea de hasta que punto la quería. La observé de cerca cuando estuve a su lado. Tenía el pelo oscurecido por la humedad y sus ojos me dejaron si aliento.

— Buenos días. – respondí acariciándole la mano al pasar.

Me acomodé en el asiento del copiloto y la seguí con la mirada mientras rodeaba el coche. Nuestros ojos se encontraron a través del parabrisas, no desvié la vista, aunque me hubiera descubierto atenta a cada uno de sus movimientos.

— Te invito a desayunar. – dijo bajo mi incesante mirada.

— Te invito yo.

— No, invito yo. Tú ahorra para lo que te guste.

— Bueno… tú eres lo que más me gusta.

Una extraña expresión se dibujó en su rostro y permaneció con la mirada fija en la carretera. No sabía si estaba haciendo esfuerzos por ignorar mi comentario o pensando en qué responderme. Sin embargo, por una vez, no me sentí temerosa de su reacción. Me alejé cuando por fin sus labios sonrieron levemente.

Amor ClandestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora