Veintiuno

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— La otra noche te esfumaste como el humo. – dijo una voz a mi espalda mientras esperaba a que cualquiera de las camareras del Havet me atendiera.

Había llegado antes de tiempo, como siempre que quedaba con Daniela, pero ni ella, ni Laura, ni Juancho o las L’s habían aparecido aún.

— Hola Mariana. – saludé al volver mi cara y encontrarla a mi lado, más cerca de lo que me hubiera gustado.

— Hola. – sonrió haciendo una pausa – Aún no sé cual es tu nombre, por cierto. – le devolví una forzada sonrisa.

— Me llamo María José.

— ¿Puedo invitarte a tomar algo María José?

— No, muchas gracias.

Suspiré aliviada cuando la mirada de Krystal coincidió con la mía por encima de la barra y se encaminó hacia mí, desatendiendo a un grupo de chicas.

— Me van a atender, ¿quieres algo? – le anuncié a Irene por mera educación.

— Una margarita, por favor, que sea de fresa.

Asentí y me dirigí a Krystal antes de que cualquier otra mujer se me adelantara.

— Hola, una margarita de fresa y una Coca—Cola por favor.

Advertí la mano de Irene en mi brazo y la proximidad de su cuerpo antes de que hablara.

— Tanta espera para una simple Coca—Cola – exclamó junto a mí oído.

— No bebo alcohol y la Coca—Cola me gusta.

— Hay cientos de cócteles que no lo llevan. – rio — ¡Cambia esa Coca—Cola por un San Francisco si eres tan amable! – le dijo a Krystal frente a nosotras.

Me encogí de hombros imperceptiblemente y le hice una seña con la cabeza dándole mi aprobación, buscaron los míos.

— Veo que te cuidas, eso esté muy bien. ¿A qué te dedicas? ¿Estudias, trabajas o ambas? – me preguntó cuando la camarera se retiró de la barra para preparar nuestras bebidas.

Su pregunta me hizo caer en que no sospechaba para nada mi verdadera edad. Posiblemente mi estatura y el precoz desarrollo de mi cuerpo habían borrado los rasgos excesivamente infantiles que era capas de distinguir en otras chicas de mi edad.

— Estudio.

— ¿Puedo preguntar qué?

— Medicina. Tercer semestre.

Su mirada estudio mis facciones una vez más.

— ¿Has pensado en la propuesta que te hice?

— No mucho… — admití. No había pensado en algo más que el cáncer de Daniela, ocupando todo mi tiempo en saber más sobre aquella enfermedad, en tratar de sobreponerme a la brutal conmoción que me provocó aquella cicatriz en su pecho. – Aunque te lo agradezco, no estoy interesada. – añadí amablemente hundiendo la mano en el pantalón en busca de dinero cuando vi las dos bebidas que Krystal dejó sobre la barra.

— Guarda eso, por favor. – me dijo suavemente envolviendo mi mano – Invito yo.

— Gracias. – respondí volviéndome a llevar el dinero dentro del bolsillo. No quise insistir.  Tomé las dos copas y le ofrecí la suya.

— Gracias, que educada. – apuntó mirándome fijamente a los ojos.

— De nada, gracias por la invitación.

— ¿Qué puedo hacer para que cambies de opinión?

— Nada, en serio.

— Aún queda una semana para que puedas darle una segunda vuelta. No es difícil de hacer y tampoco tendrás que hablar, solo ponerte unos vaqueros y entrar y salir de la Ópera.

Amor ClandestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora