Ventidos

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Estábamos a punto de salir hacia Gladstone´s, un restaurante famoso por las diversas maneras en las que se podía degustar el marisco fresco. Estaba situado en la carretera de la costa, a pie de playa, y habíamos quedado todos para cenar allí. Las L´s venían al completo con Laura incluida y Juancho con sus amigos.

— ¡Que guapa estás! – le dije cuando apareció en el salón donde esperaba a que terminara de arreglarse.

La miré fijamente mientras caminaba a su encuentro. Bajo la vista a mis labios y una leve sonrisa asomó en los suyos al darse cuenta de lo que quería. Su mano subió a mi rostro para acariciarme cuando la besé.

— Estás muy seria, mi amor.

— En un rato voy a tener que compartirte con todos, disimular y sentarme lejos de ti, hacer ver que me interesa la conversación de los demás, cuando lo único que me importa realmente eres tú. Apenas podré mirarte porque no soy capaz enamorada que estoy de ti… Así que no, no estoy muy alegre que digamos.

— Te quiero. – sonrió y sus labios cubrieron los míos suavemente.

— Estoy harta de no poder pasar un día entero contigo a solas. – protesté.

— ¿Qué te gustaría hacer entonces?

— Que cenáramos tú y yo a solas, dar un paseo por la playa y después volver aquí de nuevo, pasarnos la noche entera haciendo el amor.

Sus ojos me miraron seductores, brillando con deseo.

— Me parece un plan perfecto. – anunció en voz baja tomándome de la mano y dirigiéndome al sofá.

La contemplé cuando tomó asiento. Abrió mi cazadora y sus labios me besaron el estómago por encima de la camisa. Posó las manos detrás de mis rodillas, acariciándome las piernas.

— Ven aquí conmigo. – me besó ardientemente y me arrastró para que me sentara a horcajadas sobre ella.

Deslizó la cazadora por mis hombros para quitármela y sus manos resbalaron por mi espalda hasta mis glúteos. Levantó las caderas y coló los brazos bajo los muslos abriéndome completamente las piernas. Me estremecí con el nuevo roce contra su pubis, que estimulaba todo mi sexo. Sus labios bajaron por mi cuello y a continuación descendieron por mi escote. Cuando sentí su lengua colarse bajo la tela tratando de alcanzar uno de mis pechos, tiré con fuerza abriendo mi camisa de golpe frente a su rostro.

— Eres preciosa. – gimió enterrando su cara entre mis pechos.

Su húmeda boca me recorría la piel sin cesar y se movía alternante entre un pecho y el otro. Gemí más fuerte cuando, por primera vez, su lengua se deslizó bajo el tejido del sujetador acercándose a uno de mis endurecidos pezones.

— Tienes el pecho más lindo que he visto en mi vida. – jadeo – Es perfecto, espectacular, como toda tú.

Alcancé su barbilla y levanté su cara obligándola a abandonar sus atenciones sobre aquella parte de mi anatomía, a pesar del placer que me daba y lo mucho que deseaba seguir sintiéndola sobre ellos.

— Tú también tienes un pecho precioso. – le dije mirándole a los ojos. percibí la tristeza que se ocultó bajo su sonrisa, el extraño velo que empañó us ojos antes de que desviara la vista rehuyendo mi mirada – Sí, lo tienes. – confirmé – Aunque tú no lo creas. – afirmé de nuevo besándole los labios despacio.

Apoyé la frente sobre la suya al ver que seguía sin mirarme, busqué sus manos que acariciaban mis muslos y me mantenían excitantemente abierta y entregada al placer sobre su pubis. Me miró cuando las retiré, llevándomelas a los labios para besarle los nudillos y deteniendo así el placentero balanceo que me apretaba una y otra vez contra su sexo.

Amor ClandestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora