Dieciocho

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— Gracias. – le dije a la mujer vestida de negro que sujetaba la puerta por mí.

Me detuve un instante tras entrar y observé el local por si veía a Daniela, pero estaba demasiado concurrido. Me dirigí al fondo, donde se encontraba el escenario. Utilicé la rampa que descendía a una segunda altura y mis ojos chocaron de frente con una mujer morena vestida de blanco. Bajé la vista al suelo, asegurándome de no resbalar y volví a mirar al frente.

Sentí su mirada clavada en mí y no pude evitar desviar la mía hacia ella, que continuaba observándome detenidamente. Aquella mujer se encontraba en el único lugar que podía darme acceso a mi destino. Al volver a mirarla, un leve gesto se dibujó en sus labios, como si acabara de adivinar mis intenciones para esquivarla. Su mirada recorrió mi cuerpo con el mismo sosiego de antes, parecía estar memorizándome.

Levanté a vista hacia las luces que en ese momento iluminaron el escenario. Mis ojos volvieron a aquella mujer mientras me aproximaba y enseguida estudié a sus acompañantes, todas eran mujeres. Las cuatro charlaban ajena a su amiga y las miradas que me dedicaba. La rehuí otra vez, cuando me acerqué aún más alcé la vista lo suficiente para verla ponerse en pie frente a mí.

— Hola. – dijo la mujer como si su cometido fuera salir a recibirme.

Observé su impecable traje blanco que resaltaba su espléndida figura y sus ojos negros.

— Hola. – respondí.

Sonrió más abiertamente sin dejar de estudiar mi rostro con detenimiento.

— ¿Cuántos años tienes?

— ¿Cuántos tienes tú? – una discreta risa escapó de su garganta.

— Cuarenta y ocho, pero no lo comentes. Suelo decir que rondo los cuarenta y dos. – sonreí ligeramente.
— Yo tengo algunos menos.

Noté el tacto de una mano en mi espalda, antes de girarme para comprobarlo, supe que era Daniela.
 
— Hola. – dijo posando sus ojos en la mujer frente a mí – Te espero allí. – añadió señalando el escenario, no sin antes dirigirme una breve mirada.

Se me había acelerado el corazón. No había visto a Daniela desde el lunes, y como siempre, su simple presencia desataba en mí demasiados deseos poco apropiados, al parecer, para mi edad.

— ¿Eres modelo? – preguntó elevando el tono de su voz.

— No. – respondí sorprendida.

— ¿Te gustaría serlo? – la miré intrigada por la pregunta.

— No, creo que no.

Sus ojos volvieron a examinarme.

— Solo un anuncio, nada más. Te quitas esos vaqueros, te pones otros y caminas exactamente igual a como lo has hecho ahora.

— Me temo que no estoy interesada.

— Al menos piénsatelo.

La miré cuando se inclinó sobre su bolso para sacar una tarjeta que luego me extendió. La leí delante de ella:

Face It. Agencia de Publicidad
Mariana Camacho
Directora General

No pude evitar leer su nombre dos veces y busqué con la mirada a Daniela, pero no la encontré.

— Quizás cambies de opinión. Si es así, llámame. – habló otra vez.  Piénsatelo durante dos semanas.
Guardé la tarjeta en el bolsillo trasero.

— Si en dos semanas no te he llamado, ya sabrás mi respuesta.

Se limitó a mirarme mientras me alejaba.

Amor ClandestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora