El ambiente estaba tenso. Muy tenso.
Mi mirada pasaba de Evan a su padre, y así seguí por mucho tiempo. Ellos se miraban como si pudieran comunicarse solo observándose. Yo me sentía bastante incómoda. Sabía que algo pasaba entre ellos. La actitud de Ian cuando su padre se acercó. La mirada que le estaba dedicando Evan a su padre. Todo era bastante sospechoso.
—¿Pasa algo Amara? —por fin la voz de Evan llenó el lugar.
Suspiré profundamente. En verdad el silencio que había estaba matandome.
Antes de poder siquiera formular una respuesta, el padre de Evan ya había tomado la palabra.
—No pasa nada. Ambos íbamos al baño y chocamos, ¿No es así? —me miró y asentí, sin más.
Todo esto me hacía pensar muchísimas cosas. Estaba más que claro que nada malo ocurría aquí. Es verdad lo que él decía, habíamos chocado ya que ambos queríamos ir al baño. ¿Pero por qué sentía que en realidad todo estaba mal? Había algo a lo que no le estaba prestando la suficiente atención, ¿Pero qué era?
Evan lo miró fijamente. Y él le devolvió la mirada. Estaba más que segura que me estaba perdiendo de algo. Era completamente ajena a lo que sucedía entre ellos dos
—¿Quieres salir a tomar un poco de aire? —su tono de voz era sugerente, casi parecía estarme rogando por salir de allí.
Así que, ignoré con todas mis fuerzas las ganas que tenía de ir al baño. Ya será después, me dije a mí misma.
Salimos de la casa sin mirar atrás.
Miré de reojo a Evan. Sus mejillas se encontraban rojas, y su respiración estaba tranquila. Sus labios se encontraban entreabiertos, y deseé juntarlos con los míos.
Sacudí mi cabeza. No era el momento adecuado para tener esos pensamientos. Aunque no podía evitarlo, cada vez que lo tenía cerca solo podía pensar en todas las cosas que quería hacer. Que quería que hiciéramos.
Esmeralda se estaría preguntando en dónde estaba. O si la poceta me había tragado. Probablemente se dormiría. Estaba segura que por su mente no pasaría que me encontrara con Evan. Y menos a estas horas, en dónde cualquier cosa podía pasar. Bueno, cualquier cosa podía pasar a cualquier hora con Evan.
—¿Te gusta este lugar? —me preguntó sentándose en el suelo. Yo lo imité.
Me quedé unos minutos en silencio. Me gustaba la casa del Lago, eso era cierto. De pequeña, muchas veces fue mi lugar seguro. Me gustaba jugar con mi casita de muñecas. Pero siempre lo hacía sola. No tenía amigos aquí, y tampoco me gustaba pasar tiempo con los niños que vivían por aquí. Siempre me miraban como si yo fuera menos que ellos. A medida que fui creciendo, comencé a tener "Problemas"
¿Qué ropa sexy podría ponerme hoy? ¿Que labial podía usar aquel día? ¿Que perfume llamaría la atención del chico que me gustaba? ¿Cómo podía arreglar mi cabello sin parecer una niña? ¿Qué tanto podía maquillarme para verme mejor?
Cada día me hacía las mismas preguntas. Al final, siempre que me veía en el espejo, me quejaba porqué no era lo que esperaba. Así que cuando veníamos de viaje para acá, tomaba una hoja en blanco, y escribía todos y cada uno de los problemas que tenía en aquel momento. Luego lo quemaba, y quizás, después, lloraba por horas. Hasta que mis ojos se hinchaban.
Esos problemas podían parecer muy tontos, pero para una niña de 15 años, era bastante complicado.
—Me encanta aquí —confesé por fin —. Me ha liberado muchas veces este lugar. Es mi calma.
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Amara y sus 17 años
Teen FictionUna adolescente. 17 años de edad. Amistades falsas. Sueños difícilmente posibles. Universidades. Decisiones que tomar. Amoríos. Para Amara su vida fue plena, tranquila y feliz. Hasta que al cumplir sus 17 años todo cambió drásticamente. Al fin y al...