Capítulo 19

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—¡No puedo creerlo Alex! Tanta confianza que te di, ¡Para esto! ¿Entonces mi casa es un hotel? ¿Acaso no merece respeto? Eres de lo peor, abusador, ingrato...

Cerré los ojos mientras suspiraba.

A mí lado Jordi se encontraba sonrojado. Mientras Alex y Elena intentaban —en vano— no reírse de la situación.

—Y ustedes —la madre de Alex nos señaló a Jordi y a mí —. ¿Acaso son unos críos? ¿Necesitan venir a mi casa a besuquearse... —tomó aire —. ¿A manosearse? —completó —. Me dan completa vergüenza, pero tú Alex... ¡Tres meses castigado! —y subió hecha una furia por las escaleras.

Alex tenía la boca abierta y Elena por fin soltó la carcajada que al parecer tenía atascada en la garganta.

Menuda amiga había conseguido.

Esto ha sido... —Elena se inclinó sobre su estómago para reírse más fuerte —. Lo mejor que he podido presenciar —lágrimas salían de sus ojos mientras yo la fulminaba con la mirada.

No quería voltear a ver a Jordi, me sentía avergonzada, mucho. Incluso, no quería volver a la casa de Alex nunca más. Quería disculparme con su hambre mil veces, aunque sé que sí lo hiciera, seguiría igual de molesta, y con todo el derecho.

No me reconocía.

Me dejé llevar por todo lo que sentí en aquel momento sin parar a pensar que estaba en una casa que no era mía.

Escuché una risa ronca, Jordi. Se estaba riendo incluso más fuerte que Elena, y luego, fue Alex quién los acompañó.

Quizás en otra ocasión también me hubiera reído, pero no podia parar de pensar en todo lo que pasó en menos de treinta minutos.

Minutos antes.

Sus húmedos besos descendían por todo mi cuello, provocando un leve cosquilleo en mi entrepierna. Tenerlo tan cerca me estaba haciendo mal. Él me encantaba, mucho. Todo lo relacionado a él me volvía loca.

Apretó uno de mis glúteos haciéndome gemir sobre sus labios.

—Estás acabando con mi cordura, Amara... —susurró separándose un poco de mí.

Pude notar que su respiración estaba más acelerada que la mía. Lo entendía. Estábamos en un momento bastante... Caliente.

Aún encima de él, toqué su espalda por debajo de la camisa. Acariciándolo mientras unía nuestros labios. Sentía sus manos por todo mi cuerpo y...

—¡Jordi! —escuché el grito de Alex, nervioso.

Antes de que Jordi pudiera soltarme, o pudiéramos siquiera separarnos un poco, el rostro de una mujer de unos tantos 40 años se hizo presente frente a nosotros.

Me puse pálida de inmediato, mientras movía mi cuerpo intentando zafarme del agarre de Jordi. Cosa que empeoró todo.

—Oh... —gimió Jordi por lo bajo al sentir el contacto de nuestras partes intimas rozándose.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero y la boca de la señora se abrió en una gran "o".

Ella chilló mientras nos miraba con una mueca de horror en su rostro.

—¿Qué es esto? —gritó caminando de un lado a otro.

Si no hubiera sido yo la protagonista de aquel escenario me hubiera cagado de la risa. La señora era tan pequeña que cada vez que caminaba parecía un pingüino. Su expresión horrorizada me daba a entender que probablemente había quedado traumada con lo que acababa de ver.

Amara y sus 17 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora