Capítulo 29

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Mi cabeza ardía.

Los huesos de mi cuerpo, igual.

Sentía un increíble ardor en mi mejilla derecha.

Me dolía el labio inferior.

Intenté abrir los ojos, hasta que me dí cuenta que un trapo estaba tapándolos.

No podía ver absolutamente nada, y eso estaba acabando con mi paciencia.

Solo recordaba haber sido golpeada, y luego, no recuerdo nada más. Estaba asustada y estoy segura de haber gritado el nombre de Jordi. Tenía esperanza de que él me hubiera escuchado y estuviera haciendo lo posible para encontrarme. Aunque eso no era muy lógico de mi parte.

Mi cuerpo entero temblaba de miedo, y no paraba de imaginar situaciones en dónde —probablemente— no saldría de aquí con vida.

—¡Ayuda! —grité con todas las fuerzas que mis cuerdas vocales me permitieron. Escuché el eco de mi voz.

Probablemente afuera nadie me escuchaba. Pero grité aquella palabra tres veces más, con fé. Pues mi madre decía que eso era lo último que se perdía.

Mi madre.

Ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado aquí, y esperaba que no mucho, porque seguramente ella estaría, incluso, más asustada que yo.

Mi pulso y respiración eran agitadas, pero no era para menos. Había sido secuestrada.

Aunque la buena pregunta era, ¿quién era capaz de hacerme algo así?

Yo no tenía problemas con absolutamente nadie, así que no entendía porque me encontraba aquí. Esperaba que solo fuera una equivocacion o malentendido y rápidamente me dejaran salir de aquí.

—Así que la bella durmiente por fin ya despertó, ¿Qué tal te sientes cariño?

Una voz ronca y ruda susurró aquellas palabras. Como si no nos encontraramos en la situación en la que estábamos. Como si nos conociéramos de toda la vida. Como si me estuviera preguntando algo que respondería. Como si no me tuvieran aquí en contra de mi voluntad.

—¿Quién eres? ¿Por qué me tienen aquí?

Él se rió, y escuché sus pasos acercándose lentamente. Mi pulso se disparó.

—Calma, fiera. No estamos en la comisaría o el colegio. Lo más que puedo decirte es que te ves hermosa solo con ropa interior.

Todo dentro de mí se removió. ¿Estaba en ropa interior? Miles de escenarios aparecieron en mí mente imaginando lo peor.

—¿Q-que van a hacerme? —tartamudeé, temblando de susto.

Sentí su mano rozarme la mejilla y me removí inquieta en mi lugar, intentando que alejara sus malditas manos de mí.

—Aún no lo sabemos... —su mano recorrió el medio de mis senos. Mis ojos de inmediato se llenaron de lágrimas que no pude derramar. No quería que me tocara —. Si fuera por mí, te haría un millón de cosas ya mismo... Pero el jefe decide, cariño.

Besó mi mejilla por unos segundos que me parecieron horas. Sentía ganas de vomitar, de llorar... De morir.

Mi corazón estaba apunto de salirse de su lugar, porqué el miedo que sentía era tan fuerte, que me sentía fuera de mí misma.

Me había dado cuenta que toda la vida que había tenido, y vivido, era lo bonito del mundo, lo tranquilo. Aunque hubiera tenido problemas amorosos, familiares, incluso económicos, no se asemejaba a esta parte del mundo del cual estaba oculta.

Amara y sus 17 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora