Capítulo 30

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Me encontraba justo al lado de Jordi, ambos en el suelo, con las manos y piernas amarradas, mientras David Williams estaba sentado al frente de nosotros mirándonos con una sonrisa asquerosa en el rostro.

—Entonces... ¿Por dónde quieres que empiece, querida? Quizás debería empezar comentandote que hoy te ves extremadamente hermoso.

Giré mi rostro a la derecha. No quería verlo. Mucho menos escuchar lo que tenía para decirme.

Era un puerco y asqueroso.

—Pero tampoco quiero incomodar a mí hijo Jordi.

—Me incomodaste desde el primer día que supe que una bestia como tú era mí padre.

David lo miró, serio, hasta acercarse a él tentativamente. Luego acarició su mejilla.

—Yo estoy feliz de que seas mí hijo. Porqué eres igual a mí. Y cuando yo no esté, todo lo que tengo será tuyo.

Jordi escupió su cara y lo observó con odio plasmado en su mirada.

Me preguntaba porqué no nombraba a Evan. ¿Acaso Evan no tenía idea del monstruo que tenía como padre? Y estaba completamente segura que tampoco sabía que Jordi era su hermano.

—Claro, que cuando hablo de todo lo que tengo, no me refiero a ella —me señaló, acercándose —. No tienes idea de todo lo que quiero hacerte —susurró en mí oído.

—Alejate de ella —masculló Jordi con los labios apretados.

—Tranquilo, hijo. Lo que pase entre ella y yo, no lo verás, ni lo sabrás. En fin...

Se acercó de nuevo a la silla, sentándose sobre ella. Colocó una pierna por encima de la otra y sacó una cajetilla de cigarrillos de su bolsillo.

Mi cuerpo ya no temblaba, y aunque estuviera más que asustada, no quería demostrarle eso a David, no quería que me viera asustada por él.

—Si te lo preguntas, Evan no sabe que Jordi es su hermano. Y claramente, no lo sabrá. Tampoco creo que salgas de aquí con vida para poder comentarle algo. En fin... Nos vemos en un rato, cariño. Y tú, hijo querido, cuestionate bien si quieres seguir ayudando a la señorita aquí presente.

Y así, sin más, salió por la puerta con el cigarro entre sus labios. Cómo si hubiéramos tenido una conversación normal. Como si no nos encontraramos en esta situación.

Las lágrimas se derramaron por mis mejillas, sin poder evitarlo.

—No, no, cariño. No llores, por favor —me imploró Jordi, mientras intentaba acercarse a mí en vano —. Te prometo que te sacaré de aquí, cueste lo que cueste. Te lo prometo.

Me acerqué a él lo más que pude.

—Tengo mucho miedo —confesé, recostandome de su hombro.

Me costaba admitirlo pero él me hacía sentir segura. Pese a todo lo que estaba pasando, él me ayudaba a sentir menos miedo.

En el momento menos esperado me había enamorado completa y ciegamente de Jordi. Sin buscarlo, sin quererlo, sin esperarlo... Simplemente llegó, hizo que mi mundo colapsara y se llevó cada minúsculo sentimiento de mí.

No podía olvidar la razón por la que él se había acercado a mí, me sentía dolida, y usada, pero en el fondo, sabia que, al igual que yo, también se había enamorado.

La puerta de abrió de pronto, dejando ver a un chico joven, con el cabello amarillo, alto, y con unas llaves en sus manos. Al mirar a Jordi abrió la boca, con sorpresa.

—Bro, ¿qué pasó?

Jordi lo fulminó con la mirada.

—¿Qué crees qué pasó?

Amara y sus 17 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora