Capítulo 20

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Golpeteo el volante con mis dedos mientras suspiro fuertemente. Cierro los ojos unos segundos y luego vuelvo a abrirlos.

Me dirigía a casa de Esmeralda después de haber dejado a Elena en el hospital y asegurarme de que todo estaba bien con su entrepierna. Solo había tenido una leve cortada que sanaría en unos días, aunque no dejaba de sentirme culpable, era su día especial con Alex y yo lo arruiné.

Aunque me sentía agradecida de que Elena se hubiera tomado aquella situación con algo de gracia, y no se molestó. Vamos, ¿quién se esperaba que la fuera a cortar? Hasta yo estaba completamente segura que Elena saldría bien de aquellas rasuradas.

Pero te equivocaste, je je.

Volteé los ojos, estúpida mente. Ya sabía que la había cagado.

Eché un vistazo a mi derecha, dónde pude ver un auto conocido. Tuve una extraña sensación recorriendome todo el cuerpo. Extrañada, me giré en dirección opuesta, pero el auto me seguía de cerca. Inspiré, con algo de miedo estacioné el auto cerca de una acera, el auto paró detrás de mí y justo ahí fue cuando sentí el verdadero temor.

Rápidamente tomé las llaves y arranqué en velocidad, sin mirar ni una vez hacia atrás.

Me rehúsaba a parar el auto, por nada del mundo lo haría. Me sentí asustada, temerosa, y parecía gracioso que casi no hubieran personas transitando por las calles.

De pronto, el auto que me estaba siguiendo se me adelantó, y cuando pensé que todo había sido producto de mi imaginación y estaba siendo una paranoica, la persona paró el carro justo delante del mío, impidiendome el paso.

Clavé los ojos en mis manos, que temblaban. Me sentía presa del miedo. Intenté acudir a cualquier tranquilidad dentro de mí, pero nunca la encontré. Bajé los seguros de todas las puertas y tomé un pequeño cuchillo que siempre llevaba dentro de mi bolso. A pesar del miedo, estaba segura que si me encontraba en peligro, lo usaría sin dudarlo.

Cuando vi al padre de Evan abrir la puerta y bajarse del auto mi miedo creció, en vez de haber disminuido, pues lo conocía, ¿no?

¿Sería capaz de hacerme daño por saber lo qué hacía con la ex-novia de su hijo? Abrí mi boca de par en par, intentando obtener valentía y fuerzas para salir de allí. Él no sería capaz de hacerme algo, ¿o sí?

Él se acercó a mí ventana y la tocó, la bajé de inmediato, intentando que no se notara mucho el miedo que sentía, o el temblor de mis manos. Guardé el cuchillo detrás de mí, soltandolo.

—¿Qué tal, Amara? —me miró con una sonrisa que en vez de tranquilizarme, me puso aún más de los nervios.

Miré a los alrededores, apenas pasaban algunas personas por allí, sin prestarnos entera atención.

—Ho-hola —tartamudeé.

No podía controlar el temblor en mis manos, y él terminó notandolo, porque al mirarlas lanzó una pequeña sonrisita.

—Si bajas, podremos hablar mejor.

—No creo que tengamos algo de qué hablar.

Él me miró, retador. Pero yo no aparté la mirada. No podía darle aquella satisfacción.

—Pues yo creo que sí, y tu sabes bien de qué.

—En verdad, señor. No quiero hablar con usted, con todo respeto.

Su expresión cambió a una de molestia inmediata. Tragué duro.

—Bajate. Ya —demandó.

No me quedó más opción que hacer lo que decía.

Amara y sus 17 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora