Capítulo 15

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—Lo que me acabas de contar es una completa locura.

Elena giró a la izquierda en dirección hacía mi casa.

—Lo es. Creo que todavía no lo he asimilado.

Después de ver al padre de Evan con Melanie las ganas que tuve de vomitar no eran normales. No sé si estaba malinterpretando todo, pero si estaba pasando lo que yo pensaba, ambos daban asco.

Al entrar a mi casa el ambiente era tenso. Solo se encontraba mi madre sentada en el sofá. Al mirarme sus ojos brillaron, aunque pude notar los círculos oscuros debajo de sus ojos, delatando que no había tenido muy buenos días, pero yo apenas me daba cuenta de ello.

Elena al darse cuenta subió de inmediato hacía mi habitación, le agradecía internamente por ello.

—¿Pasa algo mami?

Me senté a su lado, y ella se volteó para estar frente a frente.

De hecho, las ojeras no eran lo único notable en ella, también su semblante, la forma en la que se veían sus ojos. Candados.

—Tengo algo que decirte, cariño. Y no sé cómo puedas tomartelo.

—Primero que nada, ¿dónde está papá? —sentí miedo por un momento de que le hubiera sucedido algo.

—De él es de quién quiero hablar —mi corazón se aceleró.

—¿Qué le ha pasado mamá?

—¡No, no! —medio gritó —. No le ha pasado nada. Solo...

—Dime ya, por favor —supliqué.

—Amara. Tu padre y yo hemos decidido divorciarnos.

Silencio absoluto.

Admito que estaba sorprendida. Pasaron millones de cosas por mí mente, pero no eso. No ellos separándose, no lo esperaba.

Mi madre buscaba mi mirada pero yo la apartaba. No quería que viera mis ojos y se diera cuenta que en una milésima de segundos eran el reflejo de los ojos de ella. Todos los sentimientos estaban a flor de piel. Sentí mi pecho doler, mi corazón arder. Porque un hijo jamás está preparado para eso. Y menos si en tu familia nunca han habido peleas fuertes, y todo siempre se ha solucionado hablando.

—Lo siento mucho cariño. Lo siento —mi madre lloraba mientras sostenía su cabeza con su mano.

Ella me necesitaba.

La abracé fuertemente, intentando transmitirle paz, aunque eso era lo menos que tenía en aquel momento.

Torpemente nos soltamos, y pude notar como su cuerpo temblaba de vez en cuando.

—¿Qué fue lo qué pasó? —pregunté por fin, cuando ambas estábamos calmadas.

Me enderezo en el mueble, buscando una posición cómoda para escuchar su relato.

—Esto será muy fuerte para ti, Amara. No sé si estás preparada para escucharlo.

—Ya no soy una niña, mamá. Necesito saber que es lo que ha pasado. Todo había estado bien entre ustedes, nunca noté ninguna pelea, o mucho menos tensión entre ustedes, ¿qué pasó?

—Hija, los padres, en ocasiones podemos llegar a mentir muy bien. Entre tu padre y yo las cosas no han estado tan bien. Pero ese no era tu problema, o tu dilema, por eso decidimos dejarte fuera de ello, y ser unos buenos padres para ti. Lo que pase entre nosotros amorosamente, no es tu culpa, ni tampoco tienes que estar metida en eso, quiero que lo sepas, ¿sí? —asentí —. Te contaré, porque tienes razón, no eres una niña, es tu derecho escuchar que fue lo que pasó. Con todo lo que te diré no quiero que veas a tu padre de forms diferente, porque aunque haya fallado en nuestro matrimonio, nunca te ha fallado a ti. Ha sido un padre ejemplar, por favor cariño, no lo juzgues.

Amara y sus 17 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora