Capítulo 25

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—¡Amara, estás loca! —gritó Evan después de haber recibido un rodillazo en su parte íntima.

Coloqué mi mano en mi boca, asombrada. Fue algo que hice por inercia, ni siquiera había pensado hacerlo.

Me sentía bastante avergonzada, y el bendito ascensor parecía que se hubiera quedado atascado.

Y de pronto, aquello no parecía una idea tan loca, ya que de inmediato sentí como el ascensor se quedó parado de forma rápida, provocando que mi cuerpo cayera en los brazos de Evan. Cómo en una película romántica.

Me separé de inmediato, buscando obtener un poco de aire que me permitiera pensar con claridad y no entrar en pánico, aunque estaba a segundos de hacerlo.

—¿Qué ha pasado? —le pregunté, como si no fuera obvio.

—Supongo que se fue la luz... O hubo alguna falla con esto.

—¿Y lo dices tan tranquilo? ¿Qué haremos?

Él tomó su teléfono entre sus manos, y me lo mostró. De inmediato llamó mi atención la parte inferior en donde le avisaba que no tenía ni una pizca de señal. Iba a hiperventilar, estaba segura. En cuestión de segundos lo haría. Me daba demasiado miedo los ascensores, y aparte de eso, no me gustaba sentir como si estuviera en un limbo. Ni siquiera sabía en qué piso habíamos quedado, pero necesitaba que pronto acabara aquel martirio.

Mis manos comenzaron a temblar, buscando mi celular entre mis bolsillos. Maldita sea. Lo había dejado.

Pero tenía fe de que Esmeralda se preocupara por su mejor amiga, y bajara a cerciorarse de que todo estuviera bien. O eso esperaba.

—Hey —tomó con su mano la mía, en un intento en vano por calmarme. Estaba segura que nada podría tranquilizarme en este momento.

—¿Por qué estás tan tranquilo? ¡Has algo! —pisé ejerciendo fuerza con mi pie, haciendo que él ascensor se tambaleara —. ¡Evan!

El rodó los ojos, mientras me acercaba a su cuerpo en un abrazo. Esta vez, no me alejé. Y quería creer que era porque tenía miedo y no porque la cercanía de su cuerpo provocara rastros de electricidad por todo mi cuerpo.

—Todo está bien, esperemos unos segundos. Si esto no se mueve, haré lo posible para que salgamos de aquí.

—Por favor —susurré en su pecho.

Me dolía levemente la cabeza de tanto pensar en como saldríamos de aquí. Habían pasado aproximadamente treinta minutos, en completo silencio, esperando que en cualquier descuido por fin esto se moviera, dando una señal de vida, pero no fue así. Al igual que Esme nunca llegó a nuestro rescate como pensé que lo haría, ¿acaso no se había preocupado por mí?

Evan apoyó todo el peso de su cuerpo en una esquina del ascensor, algo alejado de mí. Después de un rato, cuando el calor era completamente insoportable, nos habíamos separado, algo incómodos.

No podía parar de pensar en Jordi y en como se sentiría si supiera lo confundida que estoy entre Evan y él. Suspiré lentamente. La vida adolescente era peligrosa y agotadora.

—¿Te sientes bien? —preguntó, mirándome preocupada.

—¿Tu qué crees? —mi mal humor era palpable de aquí a la china, de ida y vuelta.

El rodó los ojos.

—No recordaba lo exasperante que puedes ser en ocasiones.

—Y tú lo estúpido, egoísta, idiota, mala persona, insensible, mentiroso, idiota...

Amara y sus 17 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora