Capítulo 11

18 3 0
                                    

Despertarse un lunes temprano, era un martirio.

Pero despertarse un lunes temprano con el corazón roto era completamente una mierda.

Evan había venido a buscarme a casa muchas veces, tantas que ni siquiera pude contarlas. Pero siempre le decía a mi madre que inventara una excusa. Me imagino que se había cansado de eso, y no vino más.

Ni siquiera recibí a Ian, y aunque sé que él no tenía la culpa, necesitaba unos días alejada de ellos. Ian es su hermano, así que al verlo, lo recordaría, y es lo que menos quería. Me sentía triste... Defraudada.

Me había herido de forma grave. Y ese dolor no se iría por mucho tiempo. Quería escuchar su explicación pero ¿qué me diría? ¿qué sucedió sin querer? ¿qué no quiso hacerlo? No había mucho que decir, las cosas habían quedado claras. Solo me preguntaba el porqué yo había permitido que él llegara tan a fondo de mi corazón, lo suficiente para destruirlo en segundos.

Me encontraba de pie frente al espejo. Un jean alto y un top adornaban mi cuerpo. Me veía bien. Ni se notaba que había llorado por días encerrada en mi habitación.

Había fingido lo suficientemente bien, pues mi madre no se había dado cuenta. O quizás sí, pero lo ignoró.

Estaba un poco nerviosa al ser mi primer día en la universidad. Esperaba que fuera un día excelente en comparación a los que había tenido últimamente.

Me daba algo de miedo saber que estaría completamente sola allí. Esmeralda estudiaría en otro lugar, y eso me ponía triste. Esperaba pasar tiempo con ella como universitarias. Pero eso no sucedería. Aunque había abierto mi mente a la posibilidad de conseguir nuevos amigos, aunque se me daba muy mal. Pero siempre era bueno cambiar de aires.

Al escuchar la corneta del auto de mi padre suspiré fuertemente. Esperaba con todas mis fuerzas que todo saliera bien.

—Que tengas un excelente día cariño. Te amo —mi madre me dió un beso en la frente —. Universitaria —me hizo cosquillas a lo que reí.

—Te amo.

Tomé una manzana y salí corriendo de casa. Me monté en el auto mientras le daba un mordisco a la manzana.

—¿Llevas agua? ¿cómo te sientes? ¿qué tal crees que sea tu día? ¿llevas dinero para... —esa y miles de preguntas más fueron hechas por mi padre.

Me burlé un poco de él.

—No es la primera vez que estudiaré. Dramático.

Volteó a verme con molestia.

—Pero es la primera vez en la universidad, y eso es muy distinto a cualquier cosa. Hija, conocerás un montón de gente. Buena, mala. Buenos compañeros, o fastidiosos compañeros —reímos —. Pero hija, es una nueva etapa, completamente distinta, harás algo que te gusta...

Me quedé en silencio. No haría algo que me gustara. No era lo que quería para mí. Pero esa fue la decisión que tomé, nadie me presionaba, nadie más que yo misma, así que tenía que adaptarme. Me gustara o no.

—Te prometo que te haré sentir orgulloso.

Tomé su mano en cuanto estacionó el auto al frente de la universidad.

—Ya estoy orgulloso de ti —me dió un corto abrazo y luego bajé del carro.

Me despedí con la mano hasta que desapareció de mi vista.

Me quedé como una estatua frente a la gran universidad que estaba allí. Era una completa maravilla, no imaginaba lo fantástica que sería por dentro. Habían algunas personas dispersas afuera, padres abrazando a sus hijos, chicos en moto, chicas increíblemente peinadas con ropa increíble. Wow. No me esperaba algo tan... Increíble.

Amara y sus 17 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora