Capítulo 28

9 2 0
                                    

Habían pasado dos semanas sin saber absolutamente nada de Jordi.

Dos tediosas y largas semanas.

Nos encontrábamos en el último día de clases, puesto que el Instituto cumplía 30 años laborando, por lo cual tendríamos una semana de vacaciones. En cierta parte, me sentía algo feliz gracias a ello, porque necesitaba descansar un poco de las tareas y chismes.

A pesar de que le hubiera enviado mensajes a Jordi, incluso llamadas, nunca respondió. Lo poco que sabía de él era gracias a Elena, quién por cierto me aseguró que Jordi contestó cada uno de los mensajes que ella le había dejado.

Probablemente estaba molesto conmigo, aunque aún no sabía el motivo. Mi mente me gritaba que se trataba sobre Evan, pero no quería pensarlo así ¿acaso había hecho algo mal?

Y hablando del rey de Roma, tuvimos una larga conversación sobre lo que había sucedido entre nosotros en el pasado, le comenté todo lo que sentía y que aún me faltaban muchas cosas por sanar, sorpresivamente, entendió y aceptó tenerme en su vida como una amiga más, cosa que me aliviaba muchísimo.

—¿Tienes algo? Te estaba contando sobre mi cita con Alex.

La voz de Elena me sacó de mis pensamientos. Nos encontrábamos caminando fuera del Instituto.

No lo extrañaría para nada.

La miré avergonzada. No quería que sintiera que no me importaba aquello, pero simplemente mi mente se encontraba en otro sitio, y claramente ese sitio no se trataba sobre ella y Alex.

—Lo siento, Elena. Mi mente no para de hacerse preguntas sobre porqué Jordi no ha contestado mis llamadas, ni tampoco lo he visto por aquí.

—Tranquila, cariño —le restó importancia, tomando de las manos —. No tienes porqué pensar que hiciste algo malo. Aveces los hombres son así. Y más los hombres como Jordi que son... Enigmáticos —terminó por decir, sonriendo.

Aunque hubiera querido que sus palabras me hubieran tranquilizado, obtuve todo lo contrario. Que Jordi fuera tan enigmático y complicado era lo que no me gustaba y me asustaba. Sentía que algo estaba mal, pero no sabía qué, y me preocupaba estar ignorando algo que no sabía que era.

Le devolví la sonrisa con agradecimiento, en un justo de tranquilidad. Tranquilidad que no sentía en lo absoluto, pero que debía demostrarle a ella.

—Tienes razón —ajunté mi cartera con fuerza sobre mi hombro —. Ahora, prometo visitarte está noche para que me cuentes cada pequeño momento vivido con tu galán —reímos —. Visitaré a Esmeralda e iré a ver cómo ha ido su barriga y su relación.

Elena asintió dándome un beso en la frente.

—Avísame cuando estés allí, Mara. Y maneja con cuidado.

Le lancé un beso antes de subirme a mí auto y emprender el viaje hasta la casa de mi mejor amiga, a quien había tenido en el completo olvido. Aunque, en mi defensa, había tenido tantos pensamientos y problemas que ni siquiera me acordaba que Esmeralda estaba embarazada.

Lo sé, soy una pésima amiga.

Pero mamá había estado actuando de forma muy rara, y sabía que algo me escondía. Por otro lado, mi padre casi me obligaba a irme a vivir con él, por lo cual aquello desencadenó una pelea entre mi madre y él que terminó conmigo en medio de ambos.

Y ambos estaban enojados conmigo por no estar de parte de alguno.

¿Pero cómo podría estarlo? Los amaba por igual. Entendía que quisieran tenerme en su vida los dos, pero no se podía.

Amara y sus 17 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora