Ailén
Todo es tan confuso, pero de lo único que estoy segura es de que lo amo, aunque no sé si será suficiente. Me escapo de sus brazos dejándolo en la cama, tomo una ducha, me visto y bajo a desayunar.
Entiendo porque me oculto que me conocía, su padre fue un monstruo que incluso sin planearlo dio un último golpe antes de morir, logró que Roi se sintiera culpable por la muerte de mi madre aún cuando él no tenía nada que ver, no era su culpa ser hijo de un malnacido.
Lo que me tiene abatida y confundida es el hecho de que él fue culpable de lo sucedido en el salón C-103, él asesino a Estefan convirtiendo mi vida en un completo caos.
El descubrir un asesinato jugo con mi cabeza de varias maneras, estaba tan asustada de ser acusada como la culpable de dicho acto, confié ciegamente en que él me ayudaría sin saber que tenía al verdadero culpable frente a mí.
Aparte de eso, está el hecho de cómo atrajo a Nicolás a mi vida, se que eso estaba fuera de su alcance, que no fue su culpa que ese demente decidiera meternos en su juego, pero a lo que me refiero es que he vivido estos últimos veces aterrada, con miedo a que me suceda algo a mi o a los quiero incluyéndolo a él quien me ocultaba tantas cosas.
―Aquí estas― Roi aparece sin su típico pañuelo, mirándome con alivio y sorpresa.
―Si― aparto mi mirada de él―iré a ver a Jaime― el silencio se instala entre nosotros hasta que él se aclara la garganta.
―Claro, llévate al chofer por favor― no tenía caso irme sola así que asentí.
―Entonces te veo luego― me puse de pie dejándolo solo en el comedor, su mirada de tristeza me persiguió a través de la habitación hasta que salí. Me tomo unos minutos para respirar y tranquilizarme, antes de irme.
El carro se estaciona y agradezco al chofer por traerme, bajo lo más rápido que puedo y me apresuro a tocar la puerta que es abierta por el hombre al que he extrañado tanto.
― ¡Oh, cariño, eres tú! ― exclama al borde de las lágrimas a la vez que me abraza con firmeza.
―Jaime― susurro con nostalgia y cariño.
―Estaba tan preocupado por ti, te busqué por todas partes por más absurdo que fuera, no podía dormir, comer, descansar, no podía hacer nada por el miedo a perderte― confiesa revisando de pies a cabeza― pero ya estás aquí, hija mía― besa mi frente antes de hacerme pasar a su casa.
― ¡Marie! ― llama a su esposa― Ailén apareció.
La mujer aparece en seguida con las manos cubriéndose la boca y mirándome sorprendida. Ella y no nos conocíamos, pero sé que Jaime le hablaba de mí porque me solía mandar el almuerzo a través de él.
―Oh, gracias al cielo― me abraza tímidamente― no sabes cuanto me alegra que estes bien, bonita... oh, pero ¿Por qué lloras, muñeca?
Sollozo sin remedio al sentir tanto cariño, he vivido tanto en tampoco tiempo que ni siquiera me permitía procesar lo que había pasado, pero estando aquí me siento tan débil, frágil y rota.
Ambos me abrazan, me refugio en sus brazos en busca de calidez y la encuentro. Me sostienen firmemente e incluso noto el gran pesar que les causa verme así, pero soy incapaz de contenerme, simplemente estalle.
― ¿Qué te sucedió, mi vida? ― inquiere Jaime con voz rota― necesito que me lo digas.
Y justo eso hago, como si el vaso estuviera lleno y ya no pudiera con mas las palabras se desbordan de mi boca sin dificultad alguna, le cuento absolutamente todo sin guárdeme ni el más mínimo detalle.
Ellos me escuchan atentamente, lloran conmigo, me consuelan y dan palabras de aliento mientras asimilan todo lo dicho. En algún punto debí quedarme dormida ya que en el momento que abro los ojos me encuentro acobijada en su sofá con Jaime costado en el piso aferrado a mi mano que cuelga del sofá, agarrándome como si le diera miedo soltarme y perderme de nuevo.
Sintiéndome segura vuelvo a dejar que el sueño me venza ignorando a mi corazón que me pide con tantas fuerzas los brazos de Roi.
―Ailén―susurran con dulzura― necesito que despiertes―la voz de Jaime inunda mis oídos y poco a poco abro mis ojos ― ¿cómo te sientes? ― me da una taza de café.
―Bien― respondo luego de beber regalando una sonrisa que desaparece al ver la cautela en sus ojos― ¿Qué pasa?
―Savior está en la puerta, quiere hablar contigo, pero si tu no quieres yo me aseguro de que no te moleste― bebo más café tratando de deshacer el nudo que se forma en mi garganta.
―Está bien, déjalo pasar por favor― suspira antes de dar la vuelta para ir a llamarlo.
Dejo el café en la mesa de centro y trato de acomodar un poco mi cabello, traigo la misma ropa que ayer y he de lucir horrible. Roi entra minutos después y en cuento me ve su mirada se vuelve más suave.
―Jessie― se apresura a mi sitio hasta hincarse entre mis piernas, levanta una mano dudoso― ¿te puedo tocar? ― veo tanta fragilidad en sus ojos que me es imposible decirle que no.
―Si ― su mano entra en contacto con mi mejilla en una caricia que me hace soltar un suspiro tembloroso ante tanto amor arremolinándose en mi pecho, el mismo que veo en su mirada ― ¿podemos ir a casa? ― susurra con miedo y es cuando me percato de que no le avise que me quedaría aquí a dormir.
―No sé si esa es mi casa, Roi ― respondo honesta llevando mi mano a su cabello y él inmediatamente se estremece ante mi tacto.
―Entonces te compro otra― posa su mano libre en mi muslo― me da igual el lugar mientras estés tú ―Niego con la cabeza apartándome de él.
―Solo vámonos― pido poniéndome de pie tratando de evitar su mirada dolida.
Jaime y su esposa me abrazan una última vez al ver que partimos.
― ¿Estás segura de irte con él? ―inquiere desconfiado.
―Si, cualquier cosa te aviso.
―Bien, te amo, hija― susurra en mi oído haciéndome muy feliz ante la palabra que usa para llamarme.
―Y yo a ti, papá.
―Cuídate mucho― pide Marie.
Salimos en silencio caminando hacia su carro, abre la puerta para mí para después subir él. Ambos nos concentramos en nuestros pensamientos por un rato, hasta que no resiste más y pregunta.
―¿Dime que puedo hacer, Ailén?― súplica derrotado.
―Solo dame tiempo― pido y asiente sin otra opción.
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Tear of my blood
Mystère / ThrillerEl quiere salvar a las personas. Ella quiere ser alguien en la vida. Ninguno sabe nada sobre el amor.