Capítulo 24: un arribo complicado.

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Los soldados que custodiaban la puerta pararon nuestro convoy y nos pidieron, a los aldeanos, Shadow y a mí, que nos bajáramos de los carromatos y formáramos una fila a unos cuatro metros de donde estaban los carromatos. Mientras obedecíamos las órdenes de los soldados, las puertas se abrieron y varios soldados salieron. Formaron un cuadrado y un soldado en armadura plateada con un casco que llevaba una pluma azul oscura se puso al frente de la formación y dio unas instrucciones

"¡Por precaución ahora vamos a proceder a inspeccionar estos carromatos que ven a su derecha!"

Los soldados seguían mirando a su superior sin moverse un solo centímetro.

"¡Divídanse en dos bloques, un bloque inspeccionará los carromatos y el otro bloque irá donde los aldeanos a su izquierda para inspección de documentos! ¡Rompan filas!"

Después de que su superior terminara de dar aquellas órdenes, los soldados en la formación alzaron su brazo izquierdo hacia arriba en puño y gritaron.

"¡Gloria a las Celestiales! ¡Gloria al salvador! ¡Gloria al sol, las estrellas y las joyas de Ross!"

Luego de que dijeran aquella frase, la formación de aquél pelotón de soldados se dividió en dos bloques, como había dicho el superior, y se fueron a cumplir sus respectivas órdenes.

Los aldeanos fueron sacando de sus ropas una tarjeta hecha de un material de bronce mientras que los soldados se colocaban a un metro de nosotros y observaban con cuidado cada uno de nuestros movimientos. Los aldeanos fueron entregando aquella tarjeta a los inspectores y los inspectores pasaban aquellas tarjetas por una tablilla que era sostenida por dos soldados, el inspector pasaba la tarjeta sobre la tablilla y pocos segundos después el inspector decía: "limpio", y el aldeano tenía pase libre para entrar a Tullen.

La fila de aldeanos se acortaba conforme pasaban los minutos hasta que tocó mi turno.

"Documento" dijo el inspector el cual llevaba una armadura de cuero negra con una medalla en forma de estrella colgando en el lado izquierdo de su torso. El inspector era un joven de unos veintitantos años, de un color de piel blanca con cabello negro y ojos castaños.

"Lo siento, no llevo documento alguno conmigo" respondí.

El inspector tenía en sus manos un portapapeles delgado hecho de madera, entonces él alzó su mirada que yacía en el portapapeles y la posó en mí.

"¿Cómo dijo?"

Se hubiera escuchado irrespetuoso, pero ese no fue el caso. Su voz se escuchó con un tono de confusión y su mirada, sus ojos, me miraban confusamente, como si no entendiera las palabras que había dicho previamente.

"No llevo documento alguno que me identifique" respondí.

El inspector se me quedó mirando por unos segundos hasta que bajó la mirada al portapapeles y poco después la alzó y me miró nuevamente y la volvió a bajar al portapapeles. Sinceramente me sentía como si estuviera pasando por una aduana y el inspector de la aduana estuviera mirando entre un retrato de un criminal internacional y yo verificando de que yo no fuera al criminal.

Empecé a sentirme nervioso. Los aldeanos detrás de mí empezaron a murmurar y los soldados cerca del inspector y los que sostenían la tablilla me miraban fijamente.

"Por favor venga conmigo. ¡Ren!"

El inspector gritó y uno de los soldados se acercó.

"Inspecciona los documentos de los aldeanos. Quedas nombrado ahora como vice inspector"

"¡Señor, sí señor!"

El soldado hizo un saludo militar. El joven inspector me separó de la fila y me llevó a unos diez metros de ésta.

El surgimiento de un guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora