—Manuel Sánchez Herráez fue un buen marido, hijo, hermano y sobre todo mejor persona. Dedicó toda su vida a ayudar a los demás y aunque no formó una familia que llevara sus apellidos, creó muchas familias de amigos y fue un padre para muchos jóvenes. Manuel era...
Así comenzó el discurso de su funeral.
Las personas podrían ser descritas de miles de formas, con millones de palabras, sin embargo, cada uno podría describirte con definiciones distintas. Cada persona tenía un sentimiento diferente hacia otra. En el caso de Manu, para cada una de las personas que habían asistido a su funeral (que no eran pocas), aquel hombre tenía un título y un significado distinto.
Alicia bajó la mirada intentando no emocionarse. Habían acudido muchas personas a despedir a aquel hombre que había sacado muchas sonrisas. La primera, ella.
Para Alicia, Manuel Sánchez Herráez era el hombre que le devolvió la sonrisa durante su infancia.
Manu era el dueño del CMS (Campamento Musical de Segovia o conocido por sus acampados como el Campamento de Manu y Sara). El CMS era el campamento de verano al que Alicia se apuntó cuando tan sólo tenía trece años. El primer verano que pasaba sin su padre. La vida de Alicia, ese curso, se volvió bastante gris cuando su padre falleció de un infarto. Su madre consideró que Alicia necesitaba volver a ser ella misma, esa chica alegre que conseguía hacer reír a todo el mundo con su carácter, ese carácter que desapareció junto a su padre y que volvió gracias a Manu. Por ello, le apuntó a un campamento. Su madre no quería el típico campamento de inglés, que amargara más a su hija, quería uno en el que olvidara su último curso, y como a Alicia siempre le había encantado la música y no se le daba mal bailar, aquel campamento parecía la opción perfecta. Era cierto que, al principio, no le convenció mucho. No quería que Alicia se alejara mucho de la capital, y aunque Segovia estaba cerca, tuvo miedo de que la joven no estuviera cómoda. Tampoco la convencía de que aquel campamento abriera sus puertas por primera vez o que sus dueños fueran una pareja joven de veintiséis años. Sin embargo, Alicia parecía algo emocionada con la idea, así que la mandó allí. Menos mal que lo hizo. Alicia volvió siendo ella otra vez, hizo un buen grupo de amigos y repitió verano tras verano aquel campamento que le daba la vida cada año, hasta que cumplió los dieciocho, año en el que todos los acampados se despedían del campamento.
Allí conoció a Alberto. No al Alberto que estaba a su lado, trajeado y recién llegado de Estados Unidos, sino al Alberto de diecisiete años que intentaba rebelarse contra su padre, quien quería meterlo en su empresa de marketing y publicidad, al Alberto que parecía ser muy mayor, pero que en seguida se igualaba a la edad de los demás acampados. El joven se apuntó al campamento sólo por el hecho de joder a su padre, haciéndole creer que sería un músico independiente e iría tocando la guitarra en cualquier estación del metro de Madrid. Estaba claro que no lo consiguió. Eso sí, aún mantenía esa sonrisa tan característica que a Alicia le hacía sonreír siempre.
Clara también estaba en el funeral. Tampoco era la misma que entonces. Todavía no había empezado a teñirse de colores su pelo rubio, pero pocos años le faltaron para hacerlo. Tenía un año más que Alicia y parecía tener bastante claras las cosas. En cuanto se enteró de que en su ciudad había un campamento que se dedicaba a hacer teatros musicales, le faltó tiempo para apuntarse. Quería continuar sus estudios de baile, pues desde bien pequeña tenía claro que quería subirse a un escenario y bailar.
Raúl no lo tuvo tan claro. Alberto fue el culpable de que el castaño hiciera las maletas y se fuera para Segovia. Alberto necesitaba un amigo con el que pasar el verano y ése no era otro que Raúl. Por aquel entonces no tenía el pelo tan largo, ni tampoco idea de a lo que quería dedicarse y sólo tenía un curso de bachillerato por delante para decidirlo, así que acompañar a su amigo, quizás le ayudaría a clarificar sus ideas. Aunque el campamento no le ayudó a averiguar su profesión, sí que lo ayudó a encontrar el amor. Clara y Raúl llevaban media vida juntos. Un amor algo complicado pues empezaron a salir el tercer verano que el CMS abría sus puertas. Cuando ella tenía dieciséis años y él diecinueve, cuando ella todavía era una acampada y él empezaba como monitor, cuando Raúl ya sabía que quería dedicarse a organizar eventos. A pesar de los comentarios, de la distancia entre Segovia y Madrid, desde entonces no se habían separado y de eso hacía ya doce años.
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Veintisiete canciones de desamor
RomanceAlicia parecía tener una vida tranquila... Tenía el trabajo de sus sueños, los mejores amigos y sobre todo podía dormir por las noches en paz. Sin embargo, un funeral hace que se reencuentre con sus viejos amigos del campamento y su ex... Desde ese...