Alicia despertó con una extraña sensación.
A pesar de todo lo que había sentido la pasada noche, no podía evitar pensar que aquello había sido un error. Lucas era parte de su pasado y quizás debía seguir ahí. Pero, joder, los motivos por los que la había dejado eran muy distintos a lo que ella siempre había pensado. Y si lo hubiera sabido entonces, nunca le habría dejado, nunca le habría tenido que superar y nunca habría formado parte de su pasado, seguiría siendo su presente. Quizás estarían casados, puede que incluso tuvieran ya un hijo...
Pero la realidad era muy distinta. Y es que Lucas sí formaba parte de su pasado, aunque en ese momento estuviera muy presente. Demasiado presente.
Giró la cabeza y lo observó durmiendo plácidamente a su lado. Suspiró. Se suponía que lo tenía superado, olvidado y enterrado hasta que apareció en el funeral. Pero, estaba claro que ni superado, ni olvidado, ni enterrado.
Se levantó con cuidado de la cama para no hacer ruido. No quería despertarlo. No hasta que tuviera un poco clara su mente. Se vistió y salió de la habitación. Dio vueltas por la casa como una loca, hasta que escuchó un ruido de la cocina. Vera debía estar despierta, quizás ella le aclaraba un poco las ideas, o quizás la mataba por haberse acostado con Lucas.
—Hombre, si puedes caminar —soltó Vera de golpe.
—Dime que no escuchaste nada.
—Escuché ruido, la voz de hombre e imaginé cosas. Veo que la cita acabó bien —dijo levantando las cejas de forma burlona.
—No, no fue bien. Me acompañó y se fue a casa.
—No puede ser, pero si yo escuché cómo hablaba un hombre —Alicia asintió—. Amiga, o te explicas o no entero de nada.
—Pues que Álex me dejó en la puerta de casa, no subió porque yo no quise, no pude.
—Vamos que la cena fue un desastre.
—No por él. Es un encanto. Me llevó a un italiano, cenamos muy bien, hasta que apareció...
—¿Lucas? —dijo Vera ojiplática.
—¿Cómo lo has sabido? —Vera le dio un codazo.
—Emm, ¿hola, Lucas? —dijo desconcertada saludando al rubio que estaba en la espalda de Alicia y la joven no lo había visto.
Alicia se giró y lo vio. Al menos iba algo más vestido que como lo había dejado en la cama.
—Hola, Vera —le saludó—. Buenos días —susurró en la oreja de Alicia, consiguiendo que le recorriera un escalofrío por todo el cuerpo. Vera tenía los ojos abiertos como platos. No podía creer la imagen que tenía delante. El mismo Lucas en su puta casa—. ¿Qué tal?
—Emm... Bien. ¿Y tú?
—Bien —respondió él. Alicia se dio cuenta de que se mascaba la tensión.
—Ya he visto que compones para Rafael.
—Sí, me surgió la oportunidad.
—¿Y cómo fue?
—Eso. No me lo has contado —preguntó Alicia curiosa.
—Bueno, me ofrecían bastante dinero por cada canción y acepté.
—Ya... Son canciones muy bonitas —dijo Vera—. Además, Rafa...
De repente, empezó a sonar el teléfono de Alicia. Era Alberto. Necesitaba coger esa llamada. No quería que pensara que no quería cogerlo y, sobre todo, quería arreglar las cosas con su amigo.
ESTÁS LEYENDO
Veintisiete canciones de desamor
RomanceAlicia parecía tener una vida tranquila... Tenía el trabajo de sus sueños, los mejores amigos y sobre todo podía dormir por las noches en paz. Sin embargo, un funeral hace que se reencuentre con sus viejos amigos del campamento y su ex... Desde ese...