Cuando llegó al lugar acordado, le sobraban quince minutos. Minutos que se fueron volando mientras buscaba aparcamiento. Estaba hasta mareada de las vueltas que había dado buscando un hueco o a un alma caritativa que sacara su coche para que ella pudiera aparcar a Pitufi, como lo llamaba Alberto. Incluso le había gritado a un par de gilipollas que la pitaron y discutió con otro que le robó un hueco.
Desesperada decidió meter el coche en un parking, rezando porque no le cobraran un riñón por minuto.
Corriendo, salió del coche y fue disparada hasta la cafetería en la que había quedado con Lucas.
A medida que se fue acercando a la entrada del local, divisó a Lucas con más claridad. Estaba esperando mientras miraba su móvil. Iba bastante informal, al más puro estilo Lucas, sin embargo, sus típicos vaqueros ajustados habían sido sustituidos por unos vaqueros algo más holgados. A medida que Alicia se fue acercando fue observando que tenía los brazos decorados con varios tatuajes, de los cuales sólo recordaba un par. Parecía que no había rastro de aquel Lucas del que se enamoró, sin embargo, en cuanto levantó la vista del móvil y la vio, Alicia confirmó que aquellos ojos seguían siendo exactamente los mismos.
Lucas sintió una extraña sensación cuando levantó la mirada y la vio. Estaba más madura, vestía con un estilo más marcado, más adulto. Tuvo miedo de no reconocerla, de que la joven de la que se enamoró, no fuera aquélla que tenía delante de él, pero su sonrisa le decía que era la misma Alicia que él conocía.
—Perdona que llegue tarde, no encontraba aparcamiento —dijo Alicia al sentirse descubierta mientras se colocaba a la altura del rubio.
—Oh, por eso yo he venido en metro.
—Chico listo.
Los dos se quedaron parados, quietos. Ninguno de los dos dijo nada en voz alta, pero ambos sabían a la perfección lo que el otro pensaba. ¿Cómo debían saludarse? ¿Con dos besos? ¿Un abrazo, tal vez? ¿O era mejor no hacer nada? ¿Cuál era la forma correcta de saludar a tu ex, cuando un beso en los labios era la forma en la solíais hacerlo?
—¿Entramos? —preguntó Lucas rompiendo el hielo. Quizás era lo mejor.
Alicia asintió. Tras un gesto de Lucas con la mano de que pasara primero, la joven se adelantó al rubio y entró en la cafetería. No fue hasta que entró que reconoció el local. Había estado con Lucas millones de veces comiendo. No es que fuera el mejor sitio donde comer, pero ellos dos le tenían un cierto cariño a aquel lugar. Una punzada atravesó el pecho de Alicia. Había tantos recuerdos ahí dentro y todo seguía exactamente igual que hacía años.
—Buenas tardes, ¿mesa para dos? —les preguntó el camarero.
—Sí, por favor —respondió Lucas.
—Bien, por aquí —los dos siguieron los pasos del camarero hasta que llegaron a su mesa—. Os dejo la carta por aquí. ¿Os traigo algo de beber?
—les preguntó mientras se sentaban.—Sí, una cerveza con limón, por favor —Lucas miró con asombro a Alicia.
—Emm, sí otra para mí —el camarero tomó nota y se marchó tras sonreír a los dos—. ¿Desde cuándo tomas cerveza?
—Desde hace algún tiempo —confesó.
—No sabía que te gustaba, vamos, antes no te gustaba nada la cerveza
—dijo extrañado.—Bueno, supongo que las personas cambian —dijo encogiéndose de hombros.
Era cierto que hasta que se fue a París, Alicia no solía beber alcohol. Sin embargo, cuando llegó allí, cayeron bastantes copas. La ruptura, el ambiente parisino, las fiestas... no pudo resistirlo y acabó cogiéndole el gusto a aquel tipo de bebida que solía repugnar.
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Veintisiete canciones de desamor
RomanceAlicia parecía tener una vida tranquila... Tenía el trabajo de sus sueños, los mejores amigos y sobre todo podía dormir por las noches en paz. Sin embargo, un funeral hace que se reencuentre con sus viejos amigos del campamento y su ex... Desde ese...