Lucas.
No era sólo su nombre lo que ocupaba su mente la mayoría del tiempo, sino lo que él representaba. No podía quitarse de la cabeza todo lo que hablaron aquella tarde, pero sobre todo no podía evitar darle millones de vueltas a sus sentimientos. Eran sentimientos extraños que la hacían dudar sobre si lo que sentía era amor, cariño, amistad, aprecio o nada. En los últimos tres años, había aprendido a vivir sin Lucas, sin mandarle un mensaje de buenos días o llamarlo para contarle las buenas y malas noticias, ¿por qué ahora tenía que volver a ello como si nada? Cuando por fin parecía haberlo superado (cosa que le costó bastante), volvía y ponía patas arriba toda su vida y se quedaba tan campante.
Sin embargo, los sentimientos que Alicia llevaba intentando descifrar desde hacía una semana quedaron un poco apartados cuando Vera apareció por casa llorando a mares.
Jaime y ella habían discutido y él había decidido que su relación debía tomarse un tiempo. Estaban en puntos distintos: ella quería irse a vivir con él, mientras que él quería irse un par de meses a Barcelona para escalar puestos en su trabajo. Vera no pudo creer las palabras que salían por su boca.
Darse un tiempo.
¿Qué coño significaba darse un tiempo?
Era una forma cobarde de dejarlo con alguien sin decirle a la cara "te dejo", dejando a esa persona en standby, sin saber qué debe hacer, si esperar ese tiempo o pasar página y conocer a otra persona.
¿Cuánto tiempo era "ese tiempo"?
Un día.
Dos semanas.
Dos meses en Barcelona.
Años.
Siempre.
Podía significar muchas cosas y Jaime parecía no tener clara ninguna. Vera hubiera preferido un "no quiero seguir esta relación", un "no te quiero", incluso la odiada frase de "no es por ti, es por mí", pero al menos tendría todo más claro.
Aunque había una cosa que tenía muy clara. No pensaba rogarle, ni hablarle, ni guardarle ese tiempo. Si quería tiempo, era tiempo libre para hacer lo que ella quisiera. Aunque en ese momento, no quisiera hacer otra cosa que llorar y meterse a la cama a dormir.
Lo que más le costaba era salir de la cama (de la cama de Alicia, pues desde ese fatídico día, se había ido a dormir con su amiga todas las noches) e ir a probar vestidos de fiesta y novia. Maldita sea. Ni siquiera sabía cómo mantenía el tipo sin romper a llorar delante de la novia y decirle que los tíos eran basura, mierda, lo peor de este mundo... y mil injurias que se le paseaban por la mente.
Dos semanas.
Ése es el tiempo que Alicia le dejó guardar el luto a Vera por Jaime, que se desahogara y sacara todo lo que tenía dentro. Le partía el alma ver a su mejor amiga llorar todas las noches mientras la abrazaba en la cama y velaba por sus sueños. Le había costado asimilar que Vera y Jaime no estaban juntos y que él se hubiera portado con ella de esa manera, pero lo que tenía claro es que su amiga estaba por encima de cualquier tío y que se consumiera por él.
—Buenas tardes, bella durmiente —dijo Alicia abriendo las ventanas de par en par.
—Por tu vida, Alicia, baja esas persianas —dijo, mientras se tapaba entera con la manta.
—Ni de coña. Es la una de la tarde, no voy a dejar que te conviertas en un Gremlin —tiró de ellas y destapó a la joven.
Vera puso cara de desagrado. Podría matar a su amiga en ese momento por hacer aquello, pero se aguantaría las ganas de hacerlo si quería seguir durmiendo en su cama el resto de días. O puede que semanas.
ESTÁS LEYENDO
Veintisiete canciones de desamor
RomanceAlicia parecía tener una vida tranquila... Tenía el trabajo de sus sueños, los mejores amigos y sobre todo podía dormir por las noches en paz. Sin embargo, un funeral hace que se reencuentre con sus viejos amigos del campamento y su ex... Desde ese...