—¿Qué haces aquí? Son las dos de la madrugada —preguntó susurrando al abrir la puerta.
—No podía dormir, necesitaba verte.
—Lucas, no sé muy bien a qué has venido, pero lo mejor es que te vayas —le pidió.
—No. Necesito hablar contigo y si no lo hago ahora creo que voy a explotar —confesó él.
Estaba despeinado, parecía cansado y algo dentro de Alicia se removió.
—¿Estás borracho? —preguntó. Era la única explicación por la que el joven podría estar allí a esas horas.
—¿Qué dices, Ali? —Alicia le miró desconfiada—. No, no. Sólo he bebido una copa de vino en la cena.
—¿Y Nuria? Cuando se despierte y no te vea...
—La he dejado en su casa —Alicia se quedó callada sin saber muy bien qué decir—. ¿Puedo pasar y hablamos? —Alicia resopló—. Bueno, a lo mejor tienes compañía...
Alicia supo por qué le preguntaba aquello e inconscientemente negó con la cabeza.
—Ali, por favor —le suplicó.
Maldita sea, nunca había podido resistirse a aquellos ojos y menos cuando la suplicaban. Había conseguido resistirse a sus súplicas, pero aquella noche, era distinto.
—Está bien, pero no hagas ruido —se rindió—. Vera está durmiendo y no quiero despertarla.
Lucas sonrió triunfante y entró en la casa, mientras que ella cerraba la puerta muy despacio.
Él tampoco había podido pegar ojo desde que llegó a casa, en realidad, llevaba sin dormir bien desde el día del funeral. Alicia se colaba en sus pensamientos y en sus sueños. Era imposible no pensar en ella, todo le recordaba a ella. Aquella noche, verla con otro hombre, le confirmó que, desde hacía ya tres años, Alicia ya no era su Ali, pero, sobre todo, esa noche comprendió que, si no conseguía darle una explicación a todo, se volvería loco.
Alicia lo llevó hasta su habitación. La joven sabía que en algún momento de la conversación que iban a tener, no iba a susurrar, iba a gritarle varias cosas que había estado guardando durante años, y si no quería despertar a Vera, lo mejor sería hacerlo a puerta cerrada.
—Dime, ¿qué quieres? —dijo cerrando la puerta, mientras que Lucas observaba con la mirada su habitación.
—Hablar contigo. Necesito explicarte...
—Creo que tus canciones ya lo han hecho.
—No, créeme que no.
Alicia suspiró y le hizo un gesto con la mano para que se sentara en la cama y empezara a hablar. Había luchado muchos días para no escucharle, pero aquella noche estaba cansada de hacerlo. Lucas no se sentó, se quitó el abrigo y lo tendió en la cama.
—La razón por la que te dejé... —tragó saliva y cogió algo de aire—. Fue por ti.
Alicia se rio con ironía.
—¡Qué cara más dura tienes! —dijo sin susurrar. Estaba empezando a enfadarse de verdad.
—Deja que me explique, por favor —Alicia resopló—. Sabía que, si estábamos juntos, nunca te habrías ido a París. Era tu sueño y yo no podía dejar que no lo cumplieras. Allí, yo no pintaba nada, era tu sueño no el mío...
—Pero...
—Pero no iba a permitir que lo dejaras por mí. Sabía que no habrías sido capaz de irte un año dejándome aquí. Te conozco, o al menos te conocía, y te habrías sentido culpable por haberme "abandonado" —dijo entrecomillando esa palabra—, cosa que yo no sentía, porque lo único que quería era que cumplieras tu sueño.
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Veintisiete canciones de desamor
RomanceAlicia parecía tener una vida tranquila... Tenía el trabajo de sus sueños, los mejores amigos y sobre todo podía dormir por las noches en paz. Sin embargo, un funeral hace que se reencuentre con sus viejos amigos del campamento y su ex... Desde ese...