—¿Vera? ¿Estás en casa? —preguntó Alicia entrando por la puerta.
Dejó las llaves encima del cenicero que tenían en el mueble de la entrada. A simple vista no parecía haber nadie. Escuchó ruido en el interior, así que imaginó que la respuesta a su pregunta era afirmativa.
—¿Vera? —se fue quitando el bolso y la chaqueta, mientras se acercaba a la habitación de su amiga—. ¿Estás bien?
Entró en su habitación, despacio, intentando no invadir la intimidad de su amiga, aunque después de tantos años y llegadas a ese punto, en el que se habían visto en sus mejores y peores momentos, vestidas de gala y desnudas, poco importaba ya la intimidad de cada una. Vera estaba de espaldas, entretenida poniendo alfileres y volviéndose loca sobre cómo hacer aquel dichoso vestido de novia. Llevaba los auriculares puestos. Vera se concentraba mejor con la música a todo volumen, ajena al resto del mundo, metida en el suyo y en el de la moda.
Alicia se acercó a ella y le quitó un auricular.
—¡Joder, Ali! ¡Qué susto! ¿Quieres que me dé un infarto? —Alicia se echó a reír.
—Eres una exagerada. Llevo gritando tu nombre desde la entrada, no es mi culpa que estés súper concentrada —se tiró de golpe encima de la cama y se quitó las converse blancas empujándolas con sus propios pies.
—Es este maldito vestido. Me trae loca —dijo desesperada. Llevaba horas dándole vueltas y vueltas, sin conseguir ningún resultado—. No sé qué hacer con la puta falda.
—¡Niña esa boca! —se burló, como si ella dijera menos palabrotas que su amiga.
—¡Iré al infierno de todas formas!
—¿Es el de la hija del rico empresario ése tan importante que me dijiste? —Vera asintió.
—¿Qué tal en el trabajo? —Vera se quitó el otro auricular y desconectó la música. Quería cambiar de tema, olvidarse un rato del maldito vestido.
—Reventada. Me está costando la vuelta.
—Joder y tanto. Llevas tres días desaparecida... —le reprochó su amiga.
—¿Cómo que desaparecida? Me ves todos los días.
—Vienes a dormir y ya.
—Bueno, tenía que estar todo listo para la boda de mañana —se excusó Alicia, mientras que Vera se sentaba a su lado y ella se recogía el pelo en un imperfecto moño.
—¿Y lo has dejado todo preparado? Porque has echado más horas que un reloj...
—Puff, sí. Tenía que hacer cupcakes para más de doscientas personas.
—¿Y tienes que asistir mañana? —Alicia asintió—. Qué raro, una boda en viernes, ¿no?
—Se casan por lo civil, pero han montado una buena fiesta y tengo que llevar todos los postres del catering.
—Joder, ya te digo. Pero, lo entiendo. El día que me case también montaré una buena juerga —dijo Vera consiguiendo que Alicia se echara a reír.
—Pues habrá que decirle a Jaime que te ponga el anillo pronto.
—¡Ah, no! Primero tengo que vivir con él. ¿Te imaginas que es un obseso maníaco del orden? —Vera negó con la cabeza.
—¿O que no lava los calzoncillos? —Alicia continuó riendo—. Pues al ritmo que lleva, os casaréis con bastón.
—Maldito, Jaime... ¡Tres años juntos y ni un pasito más adelante! —Vera estaba algo enfadada. Alicia sabía que su amiga quería avanzar en su relación, pero el abogado parecía estar sólo centrado en su trabajo.
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Veintisiete canciones de desamor
RomanceAlicia parecía tener una vida tranquila... Tenía el trabajo de sus sueños, los mejores amigos y sobre todo podía dormir por las noches en paz. Sin embargo, un funeral hace que se reencuentre con sus viejos amigos del campamento y su ex... Desde ese...