Canción 14: V.I.P.

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Hacía tiempo que Alicia no dormía tan seguido. El trabajo, Lucas y Alberto le habían consumido todo el sueño, aunque no el cansancio. Estaba claro que necesitaba dormir tantas horas de golpe y por fin lo había conseguido. Sólo había necesitado trabajar catorce horas del tirón, haber estado días sin dormir y tener un día libre en su apretada e imaginaria agenda.

Con los ojos más cerrados que abiertos, se levantó de la cama y tanteó dónde había dejado las gafas la pasada noche. Se hacía mucho pis, le urgía ir al baño, así que no tardó mucho en ponerse las gafas y una sudadera que le aportara algo de calor al frío que hacía fuera de sus mantas. Caminó con los ojos entreabiertos por la casa. Se sabía a la perfección el camino hacia el baño, por lo que no necesitaba abrir apenas los ojos, es más, si conseguía no desvelarse demasiado, se iría de vuelta a la cama, aunque fueran las doce del mediodía.

Abrió la puerta del baño y un grito diferente al de Vera consiguió que abriera los ojos de golpe. Su primera imagen: un cuerpo desnudo. Concretamente, el cuerpo desnudo de un hombre. Y para ser más precisa, aquel cuerpo desnudo pertenecía nada más y nada menos que a Rafael Rodríguez.

¿Qué cojones hacía el cantante en el baño de su casa? ¿Es que acaso seguía durmiendo? Se frotó los ojos y volvió a mirar. ¡Menudo cuerpo se gastaba! Esos abdominales no se conseguían con una hora de gimnasio una vez a la semana. Ese cuerpo era un puto templo.

—¿Disculpa? ¿Te importaría...? —dijo el famoso algo molesto de que Alicia lo mirara.

—¡Oh, sí! Perdón.

Con más prisa que vergüenza, y eso que sus mejillas habían tornado a un tono rojo escarlata, cerró con rapidez la puerta.

Vera, que había presenciado toda la escena desde el salón, no podía parar de reír. Alicia no pudo evitar unirse a las carcajadas de su amiga.

—¿Me has visto pasar y no me has dicho nada? —dijo acercándose a ella un poco más seria.

—Sí, pero no me ha dado tiempo a avisarte —Vera se limpió las lágrimas de los ojos.

—Veo que por fin te has lanzado a quedar con Rafael. Te ha costado, pero cabrona lo has hecho por la puerta grande. ¿Cómo folla? —dijo a bocajarro.

—¡Alicia! ¡Qué está en el baño!

—¿Y?

—Que nos puede oír.

—¡Qué más da! —Vera puso los ojos en blanco—. Pues o no folla bien o yo caí como un muerto anoche, porque no escuché nada.

—Shh, calla. Que sale.

Un Rafael bastante más vestido salía del baño, mientras se echaba el pelo hacia atrás con los dedos.

—Ella es Ali, mi amiga y compi de piso —Rafael la saludó con una sonrisa, pero estaba claro que tenía más vergüenza que Alicia y apenas la miró a los ojos–. ¿Quieres desayunar?

—No, no hace falta. Me voy ya. Nos vemos esta noche —se acercó a ella y le dio un pequeño beso en los labios.

Alicia se alejó un poco de la pareja, para darles intimidad y se dirigió hacia el baño para hacer pis. Se iba a mear encima si no lo hacía ya. Sin embargo, algo la retuvo de poder vaciar su maldita vejiga. ¡Joder! ¿Qué coño era eso?

—¡Vera! —gritó una vez oyó el sonido de la puerta de la entrada.

—¡¿Qué?!

—¡Ven! ¡Me muero! —gritó dando una arcada.

—¡Voy! ¡Qué exagerada eres! ¿Qué cojones te pasa? —dijo entrando en el baño—. ¿Qué es ese olor?

—Eso —Alicia señaló con el dedo a distancia, mientras se tapa la nariz con la otra mano—. ¿Qué le diste a ese muchacho de cenar anoche?

Veintisiete canciones de desamorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora