Canción 21: CMS

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La maleta de mano estaba junto a la puerta. Había llegado la famosa tarde del viernes y con él, el también famoso fin de semana en el CMS. Su jefe no le puso pegas para coger esos días libres. Ella sabía que le hacía una faena, con tanto trabajo, pero también había hecho muchas horas extras y muchos favores, así que era el momento de recuperarlos. Sin embargo, tenía una extraña sensación en el estómago de que no debía ir, de que algo iba a salir mal y que era mejor quedarse en casa, junto a Vera. También se decía a sí misma que no podía ser una cobarde, que debía enfrentarse a aquello que la echaba para atrás.

—¿Llevas todo? —le preguntó Vera.

—Eso creo. De todas formas, sólo me voy tres días. El domingo ya estoy de vuelta.

—Ya bueno, pero vas a estar en medio del campo. Como se te olvide algo estás jodida —Alicia revisaba su mochila—. ¿Allí hay baño o tienes que cagar en el bosque?

—¡Ay, Vera! Pues claro que hay baño. Son todo cabañas.

—¡Yo qué sé! Sólo fui a un campa en mi vida y casi muero allí —dijo tirándose en el sofá.

—Podrías venirte.

—¿Quién? ¿Yo? Ni de coña.

—¿Y por qué no? —preguntó Alicia sentándose en el reposabrazos del sofá.

—Primero, porque odio el campo; segundo, odio los bichos; y tercero, no pinto una mierda allí.

—Alguno lleva a su pareja, tú podrías venir como mi acompañante.

—¿Como tu novia? —Vera se incorporó y se sentó al lado de Alicia, con expresión muy seria—. Ali, cariño, sé que nos conocemos desde hace años, que me quieres mucho, pero no quiero que confundas mis sentimientos, yo sólo te veo como amiga, lo siento —Alicia le tiró un cojín a la cara y justo sonó el timbre de casa.

—¡Qué idiota eres, Vera! —se levantó del sofá y se dirigió hacia la puerta.

—Sé que te rompo el corazón, pero la vida es dura.

—¡Y qué lo digas! En fin, tú te lo pierdes —le sacó la lengua, mientras abría la puerta y sacaba la maleta al descansillo—. Me voy, que Alberto está abajo y no quiero ser más tardona que él.

—Pásalo bien. No hagas nada que yo no haría.

—Ósea, ¿de todo?

Vera le lanzó un cojín, pero Alicia tuvo el reflejo de cerrar la puerta al mismo tiempo y esquivarlo.

Vera se quedó sentada en el sofá sonriendo. Justo cinco minutos después de que Alicia se fuera, sonó el timbre. De mala gana se levantó y abrió la puerta de golpe sin mirar.

—¿Qué coño se te ha olvidado? —levantó la cabeza y observó que aquella figura que estaba en el descansillo no era Alicia—. ¿Jaime?


Leer el letrero "CMS", hizo que Alicia sintiera cómo retrocedía en el tiempo. Concretamente, a los trece años, cuando vio aquellas tres letras por primera vez en el asiento trasero del coche de su madre.

Recordaba muy bien aquel día.

Su madre y su hermana la montaron, casi a rastras, en la parte trasera del coche. Su madre conducía y su hermana iba en el asiento del copiloto, mientras sonaban las canciones de Britney Spears. Ninguna de las tres cantaba, pero terminaron tarareando las canciones a medida que se aproximaban a Segovia. Se quedó allí con más pena que vergüenza, y eso que le daba mucho palo conocer a gente nueva.

Sin embargo, la Alicia que recogieron un mes después, era completamente diferente. No quería salir de allí, se iba feliz, con mil amigos nuevos y muchas ganas de volver.

Veintisiete canciones de desamorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora