Capítulo VI

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Cualquiera que subiera aquellas escaleras caracol, que llevaban a un solo destino y llevara el título de prisionero, pensaría que encontraría su final al pisar el último escalón, o al menos que pasaría el resto de sus días encerrado en esa torre

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Cualquiera que subiera aquellas escaleras caracol, que llevaban a un solo destino y llevara el título de prisionero, pensaría que encontraría su final al pisar el último escalón, o al menos que pasaría el resto de sus días encerrado en esa torre.

Sin embargo, lo que Nate encontró fue todo menos una celda en la cima de la torre del castillo o un verdugo esperando por su cuello.

—¿Qué esperabas?, ¿rejas de acero, ratas y antorchas? —se burló Camille, al ver la expresión en su rostro.

—Cualquier cosa menos esto.

Se encontraban en una recepción, común y corriente, con muebles de cuero, flores, música de elevador e incluso un escritorio moderno con una secretaria adolescente tras él. Camille lo jaló del brazo, hincándole un poco más las uñas, pero Nate permaneció clavado al suelo, como si el dolor en su brazo no significara nada.

—¿Asustado, pastelito? —no quería admitirlo y mucho menos a Camille.

—En absoluto —dijo, inhalando profundo mientras daba un primer paso. Nate estaba preparado para una celda, un verdugo o cualquier cosa que le tocara a un prisionero a pesar de que ni siquiera sabía cuál había sido su crimen, pero lo que tenía al frente era demasiado bueno para ser verdad y lo que no podía predecir o al menos imaginar, hacía que su ansiedad y miedo se dispararan.

—Ibas a enfrentarte a un mestizo con solo una silla como armamento y protección, pero ¿le tienes miedo a lo que hay tras esa puerta? —Camille lo observaba con esa mirada afilada, que solo aparecía cuando estaba frente a un misterio.

—Terminemos con esto —avanzó sin importarle dejarla atrás, por alguna razón, mostrar más debilidad frente a ella le aterrorizaba más que cualquier cosa que lo esperara tras la puerta junto a la recepcionista.

—Traigo a un prisionero. —declaró Camille, sin saludar a la recepcionista, con voz gélida y directo al grano.

—¿Casa? —Inquirió la chiquilla que difícilmente llegaba a los dieciocho.

—No tiene. —La joven levantó por fin la mirada de la pantalla del computador, observó a Camille con el rostro contraído. Nathanael podía ser un criminal, pero el verdadero pecado parecia ser no tener casa.

—¿Eso es posible, Cami?

—Aparentemente sí, ¿podemos pasar? —la chiquilla asintió varias veces.

—La directora los espera.

Camille lo guió en silencio a la oficina de la directora, por fin, liberando su brazo de sus filosas uñas, por masoquista que pareciera, Nate protestó en su interior ante la ausencia del dolor.

—Le he traído al prisionero su señoría —exclamó Camille cuando entraron a la oficina, la cual no era muy diferente al recibidor, a excepción de un enorme ventanal que abarcaba casi toda la pared tras el escritorio.

Al borde del abismo | Trilogía: La torre más alta [Borrador] | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora