Huérfano y sin nadie con quien conectar, Nathanael solo cuenta con la compañía de su vieja camioneta y la voz de su conciencia.
Resignado a vivir en soledad, descubre que su verdadera naturaleza le tiene preparados otros planes. Nate se embarcará en...
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El sonido constante de un pitido familiar, sumado al olor desinfectante que tanto le agradaba, lo recibieron cuando recuperó la conciencia, no quería abrir los ojos, bueno, en realidad no podía hacerlo, sus párpados pesaban mucho más de lo que alguna vez lo hubieran hecho.
—Nathanael..., ¿me escuchas? —la luz incandescente de la lámpara sobre él, irritó sus retinas cuando por fin pudo abrir los ojos—. ¿Nathanael?, ¿Nathanael Dicks? Soy la Dra. Kim, estás en el hospital central..., ¿me escuchas?
—Nate..., solo Nate por favor —su nombre completo nunca había sido de su agrado, era lo único que le habían dejado sus padres al abandonarlo y solo le sirvió de burlas entre sus compañeros de orfanato.
—Muy bien, Nate, ¿cómo te sientes?, ¿sabes qué día es hoy? —la visión del aludido se aclaró paulatinamente para confirmar sus sospechas de su ubicación, la sala de urgencias del Hospital Northwestern Memorial.
—29 de octubre... —susurró, con la cabeza dándole vueltas y obligándose a soportar la luz molesta de la linterna de la doctora mientras le revisaba las pupilas.
—¿Algún mareo, dolor, nauseas? —en realidad Nate se sentía un poco extraño, físicamente podría decirse que estaba bien, pero mentalmente estaba tan agotado como si hubiese pasado todo el día realizando cálculos matemáticos.
—Creo que estoy bien, quizás un poco mareado —dijo mientras sus ojos divagaban por su entorno, hace unos años que no visitaba el hospital, sin embargo, lo conocía muy bien ya que trabajó hace unos años en el área de limpieza, otro de los oficios que no acabó para nada bien.
—Increíble... —la doctora Kim, supervisaba sus valores y signos vitales con incredulidad pasmada en el rostro.
—¿Por qué estoy aquí? —inquirió Nate, lo único que recordaba era haber perdido su camioneta en manos de una grúa. ¿Cuándo se durmió? O, ¿qué le había ocurrido?, todo estaba cubierto en su mente por una nebulosa y la sensación de que algo malo había pasado.
—Nate..., no sé cómo explicarlo, estuviste en primera fila de un choque fatal y..., no tienes ni un solo rasguño —el aludido se removió en la camilla, intentando asimilar lo que había creído un mal sueño, sin caer presa del miedo.
—¿Hubo más sobrevivientes? —preguntó, pensando en Brenda, la chica que había rechazado.
—Solo cuatro contándote..., la joven a tu lado tuvo algunas quemaduras, pero no son tan graves, en cuanto los otros dos, sí están en terapia intensiva. ¿Cómo lo lograste? —la mirada aguda de la dra. Kim despertó la clásica incomodidad que sufría cuando habla con cualquier persona, sin embargo, no era la primera vez que alguien lo veía como si fuera un fenómeno o, un misterio por resolver así que mantuvo la calma y como siempre, fingió normalidad.
—Yo..., no recuerdo, todo pasó muy rápido..., de hecho, pensé que había sido un sueño —su cabeza daba vueltas y en esos momentos solo tenía ganas de descansar, lo menos que deseaba era resolver el acertijo de como Nathanael Dicks sobrevivió a un accidente fatal.