Huérfano y sin nadie con quien conectar, Nathanael solo cuenta con la compañía de su vieja camioneta y la voz de su conciencia.
Resignado a vivir en soledad, descubre que su verdadera naturaleza le tiene preparados otros planes. Nate se embarcará en...
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El monasterio de Caledonia era un lugar bastante curioso, las paredes podían estar hechas de piedra maciza y, sin embargo, contaban con cableado eléctrico y tecnología del siglo XXI. Abundaban las cámaras de seguridad, alarmas, sistemas contra incendios, calefacción, luces de emergencia y parlantes empotrados en las rocas, que una vez al día se encendían para dar avisos diarios, horarios o señalamientos.
Las instalaciones estaban divididas en dos tres áreas, la zona de novatos, que es donde habitaban los nuevos y visitantes; la zona de estudiantes regulares y, por último, alejado de los alumnos se encontraba el área de los escuadrones profesionales. Más de cuatrocientos elfos vivían en el monasterio, incluidos maestros, ancianos y figuras de autoridad.
Fate caminaba guindada del brazo de Nate, irradiando tanta felicidad como el atípico sol de otoño esa mañana. Le señalaba las alas del castillo, escaleras, cuadros y pasillos; hablaba hasta por los codos, tan rápido que apenas se le podía seguir el ritmo, no importaba que el día anterior hubiera dado el mismo tour y enseñado las mismas cosas, su emoción era tan fresca como la primera vez.
—Te estoy aburriendo, ¿cierto? —exclamó Fate al terminar de dar una clase magistral sobre el origen de una vieja escultura—. Sé que ayer te enseñé casi lo mismo, pero lo que menos quiero es que te pierdas en el castillo.
—Eh, lo siento, es que..., todo esto es...
—¿Abrumador? —asumió—. Lo siento, sé que a veces me emociono mucho y olvido como lo deben estar pasando los demás —Fate sonrió con timidez.
—Si decido quedarme, ¿Sería un soldado como ustedes? —inquirió Nate.
—Pues, no soy la indicada para responder eso, todo depende de la directora y de los ancianos —al percatarse de la expresión perdida de Nathanael, Fate continuo—. Si decides quedarte, se haría una ceremonia de iluminación con los ancianos, ellos evaluarían tu poder con Gaia. Es un ritual ancestral que todo elfo debe hacer y donde Gaia, nos muestra una pizca de lo que nos espera nuestro futuro; allí es cuando los ancianos sabrán si puedes quedarte aquí o ir a otro monasterio o institución.
—¿Hay otras instituciones?
—Por supuesto, algunos nacimos para la guerra, otros para el trato con humanos, otros para enseñar, hay muchas profesiones en nuestro mundo, al igual que de donde vienes. Pero claro, Gaia es quien nos ayuda a encontrar nuestro camino —hizo un corto silencio para que Nate procesara lo que había dicho, aunque definitivamente fue muy corto para él—. Sería genial que te quedaras.
—En realidad, aún tengo mis dudas.
—Oh vamos, ¿en serio quieres volver con los humanos? Son desagradables y apestosos.
—Lo sé, pero..., ¿quiero estar con la gente que me rechazó al nacer? —Fate puso los ojos en blanco.
—Que tus padres lo hayan hecho, no significa que todos lo hagamos. Nate, perteneces aquí, con tu gente, este es tu mundo —Nate se encogió de hombros asimilando sus palabras mientras llegaban a la puerta del amplio comedor para el desayuno.