Huérfano y sin nadie con quien conectar, Nathanael solo cuenta con la compañía de su vieja camioneta y la voz de su conciencia.
Resignado a vivir en soledad, descubre que su verdadera naturaleza le tiene preparados otros planes. Nate se embarcará en...
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El escudo finalmente había caído. Cientos de bestias se apilaban contra los pequeños escudos que los alquimistas creaban para impedir que llegaran a la muralla; hace casi una hora que se esforzaban por mantener a Caledonia de pie.
—Espero que estes feliz —la voz de Aurora era un sonido muerto que lograba poner la piel de gallina a cualquiera que la escuchara, jamás había estado tan decepcionada—. Esto lo ocasionaste tú.
—Miqueas me prometió que nadie saldría herido —replicó William.
—Bueno, hasta el momento hemos perdido dos alquimistas y tenemos un telépata en coma. Son jóvenes que no llegan ni a los veinte años..., ¿nadie saldrá herido?, ellos son los primeros de muchos más si no nos permites contactar a los refuerzos. —William observaba el horizonte, si el domo había caído no fue gracias a los esfuerzos del enemigo.
Camille apretó el anillo inhibidor de poder entre sus manos con tanta fuerza que pensó que lo rompería, el silencio de William era ensordecedor y ya no podía contenerse más.
—Déjenme ayudar, mi clan no soportará mucho tiempo, no podemos perder más telépatas —Aghata y Aurora la miraron en silencio por unos minutos que se le hicieron eternos.
—Eres nuestro último recurso, tienes que conservar tu energía para cuando sea necesaria —dijo Aghata observando a la línea de telépatas en la muralla, encargados de proteger las mentes de los alquimistas para que no llegaran a ser corrompidas, los más inexpertos sudaban y algunos ya comenzaban a sangrar por la nariz.
—¡No puedo quedarme aquí sin hacer nada! —gritó Camille arrojando el aro al suelo, el estruendo metálico resultado del impacto contra el piso de piedra hizo saltar a William—. Si no quiere permitirnos buscar refuerzos, lo obligaré —concentró de nuevo toda su ira en el anciano, no dio ni siquiera dos pasos hacía él cuando una fuerza invisible la detuvo, la misma fuerza comenzó a apretar cada uno de sus músculos, dejándola casi sin oxígeno, de reojo pudo observar a su tía cuyas manos resplandecían.
—Necesitas controlarte, todos estamos tan molestos y preocupados como tú. No es momento de dejarnos llevar por esas emociones, sobre todo cuando el monasterio entero depende de ello —Camille tragó en seco cuando fue liberada, inhaló una bocanada de aire acariciando sus magulladas extremidades—. William, ¿no crees que es suficiente? Miqueas tiene a Nathanael, eso es todo lo que te dijo que quería y a pesar de ello, no ha dejado de atacar. Permítenos pedir ayuda, hay niños inocentes que no merecen vivir esto.
—Los niños no sufrirán ningún daño...
—¡Oh por favor, estamos hablando contra un muro! —por más que Camille intentó mantener la compostura, le fue inevitable no explotar de nuevo, solo que esta vez tomó la dirección contraria y se aferró a la cornisa.
Desde la torre más alta vio a los alquimistas esforzándose, pero cuando un telépata caía por agotamiento, era inevitable perder a un alquimista por el ataque de algún psíquico enemigo.