1

116 7 5
                                    

Mis padres siempre me decían que el hogar de alguien era aquel en el que uno se sentía querido. Y que la familia no siempre era aquella con la que compartías sangre.

Pero a mí me costaba creerlo.

Con eso no quería decir que mi casa y mi familia no fueran importantes para mí, pero es que fuera de eso no tenía nada. Nada bueno. Vivía en casa de mis padres, apenas tenía amigos y mi familia ya no vivía cerca.

Ser la pequeña de la familia, a simple vista era gratificante; tenía más juguetes, me mimaban, tenía la atención de todos... Pero también estaba la parte en la que todos empezaron a crecer y a alejarse para formar ellos mismos una vida. Mi primo Harry estaba casado y esperaba un hijo, mi prima Rebecca había seguido los pasos de su madre y se había ido a África de voluntaria, Olivia trabajaba en una central de comunicaciones en Londres, y mis hermanos Ray y Dylan eran unos médicos super buenos en nuestra ciudad. Y yo... Nada. Diecinueve años y nada.

Mi madre solía decirme que era normal estar indecisa sobre el futuro, que ella había estado un año sin saber qué hacer y que con el tiempo encontró algo que le gustaba. Pero yo sabía que ese no era mi caso, porque me gustaban cosas como pintar, escribir y Robert Pattinson. Aunque Ray decía que eso ultimo no valía como hobbie.

El caso era que tenía que hacer algo, porque, aunque mis padres me estaban dando tiempo para que me decidiera, en el fondo estaban empezando a impacientarse, no porque les molestara en casa, si no porque mi actitud y mi ánimo empeoraba cada día.


Me obligué a levantarme de la cama cuando Eliza, una de mis amigas del instituto, me mandó un mensaje diciendo que estaba en la puerta de mi casa. Mis padres habían salido para ir a ver las estrellas fugaces, así que yo había aprovechado para invitar a mi amiga antes de que volviera a la universidad.

—    Hola. —le dije a Eliza cuando abrí la puerta.

—    Buenas guapa. —me saludó entrando a casa.

—    Podemos ir al salón, mis padres no están.

El salón de casa era bastante grande, acogedor y familiar. Nuestra casa en general era así. Nunca nos habíamos mudado, aunque nos hubiera hecho falta una habitación más con el paso del tiempo. Pero a mis padres les encantaba vivir aquí, cerca de tía Morgan y tío Gress.

—    ¿Cuándo te vuelves a Kansas?

—    Mañana por la tarde. —me dijo sentándose en el sofá. —Mis padres quieren ir a ver el apartamento y la ciudad.

—    Que envidia. —dije recostándome a su lado.

—    ¿Tu sigues sin saber qué hacer?

—    Creo que quiero irme de aquí.

—    Eso ya es un avance.

—    Me he dado cuenta de que aquí estoy sola, todos os habéis ido a la universidad, mis primos no están, mis hermanos tampoco y la mayoría de chicos guapos que viven aquí en Willow son más pequeños. —Eliza soltó una carcajada a mi lado y yo me encogí de hombros.

—    Puedo ayudarte a buscar trabajo.

—    ¿Harías eso?

—    Claro. —dijo encendiendo su móvil y buscando en una página de internet. —¿Algún destino en concreto?

—    No. —contesté asomándome a su móvil.

—    ¿Ayudante de transportar trineos en Alaska?

Creo que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora