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La semana pasó rápida y tranquila. No hubo pesadillas, no hubo problemas con los niños y las cosas con Isaac no pasaban de miradas por los pasillos de la casa o de visitas rápidas a la cafetería para pedir café antes de que él y los chicos fueran a entrenar. Por esa ultima razón, pasaba muchas más mañanas en la cafetería. Mike me había dicho que me pagaría el resto de horas extras que pasara allí, pero insistí en que no hacía falta ya que estaba porque yo quería.

Era viernes por la noche y la mansión era puro alboroto. Sophie y Cameron tenían una fiesta en los jardines de la casa y la gente no dejaba de salir y entrar por todos lados. El camino que iba de mi casa a los jardines, lo habían invadido decoradores, camareros, técnicos... Por lo que esa noche, no podría salir de la casa. Además Sophie me había pedido que Lilian y Daniel se quedaran aquí en casa conmigo, y evidentemente accedí sin ningún problema.

— Me gusta tu casa. —dijo Lilian sentada en mi tocador, mientras yo le ponía a Daniel el pijama, encima de mi cama, después de la ducha que le había dado. —¿Puedo ponerme de tu pintalabios?

— Si tienes cuidado, sí.

Las pequeñas manos de Lilian aplaudieron antes de coger el pintalabios más rojo que había encima de mi tocador y se pintaba los labios.

— ¿Y luego me puedo poner uno de tus vestidos?

— ¿Para qué quieres eso? —pregunté riéndome, mientras me sentaba encima a Daniel y observábamos a su hermana.

— Para ser como tú.

— ¿Quieres ser como yo? —pregunté.

— Claro. —dijo Lilian tan seria que sentía como los ojos me ardían.

— Pues yo querría ser como tú. —dije yo.

— ¿Por qué?

— Porque eres muy divertida, y guapa.

— ¿Lo crees de verdad? —preguntó girándose hacia mí.

— Claro que sí, pequeña. —dejé a Daniel en la cama tumbado y fui hacia el tocador. —Tienes un pelo precioso y tus ojos son los más bonitos que he visto nunca.

— Son los ojos de mi padre. —dijo ella mirándome a través del espejo del tocador. —Es lo que mamá dice siempre.

— Pues tu padre tenía unos ojos muy bonitos.

— Supongo. —dijo encogiéndose de brazos.

Algo se apretó mi pecho ante su forma de hablar de él. Ella nunca lo había conocido, pero aun así era su viva imagen.

Me había permitido buscar una foto de James Hopkins después de mi conversación con Nick. James era alto como Isaac, moreno pero con los mismos rizos aplastados que tenían sus hijos, el mismo porte que tenía Isaac, e indiscutiblemente, sus ojos dos bolas de puro color cielo como los de Lilian.

— Que-ro comer. —dijo Daniel viniendo hacia mí y agarrándose a mi pierna.

— ¿Qué os parece pizza y película?

— ¡Si! —gritaron los dos a la vez.

— Entonces hacemos esto. —les dije a los dos. —Lili se ducha y cuando ya tenga el pijama puesto cenamos y vemos la peli.

— Y también me tengo que poner un vestido tuyo.

— Eso ya lo veremos. —dije sonriendo.

Dejé a Daniel tumbado en mi cama mientras veía la televisión y duché a Lilian. Para duchar a Lilian, se tenían que tener dos cosas en cuenta: ibas a acabar empapado y la paciencia era imprescindible. Sin duda alguna, conseguir duchar a niños así de nerviosos, debería ser deporte de riesgo.

Creo que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora