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A la mañana siguiente, mis padres me habían levantado temprano. Papá había estado hablando con la mujer del anuncio de trabajo y con su amigo el de la cafetería. Mamá me había llevado de compras, después de disculparnos la una con la otra por lo que había pasado la noche anterior. Y yo simplemente me había dejado llevar por ellos, porque ese era mi último día allí.

Todo estaba siendo demasiado precipitado, apenas llevaba una maleta pequeña con ropa para un par de semanas. Pero es que me necesitaban para mañana. Y si quería el trabajo más me valía estar allí.

Katy, era la mujer con la que papá había estado hablando por teléfono. Según había entendido era la ama de llaves y cocinera de la casa, y buscaba una chica joven para cuidar de los dos niños que vivían allí. No quise que mi padre me siguiera contando sobre el trabajo, porque quería disfrutar de estar con él y con mi madre el ultimo día. Además, Katy le había dicho a papá que en cuanto llegara a la casa, me reuniría con ella y me pondría al día de todo.

Comimos con mis hermanos, que vinieron a despedirse. Y ahora íbamos de camino a casa de mis tíos para despedirme de ellos.

— Pensaba que nunca te ibas a ir de casa. —dijo mi hermano Dylan cuando estábamos en el coche.

— Yo pensaba que se irían papá y mamá antes que ella. —dijo Ray.

— Ya ves, se cansarían y se irían.

— Ja ja ja. —dije. —Sois muy graciosos.

— Chicos, vosotros solo os fuisteis un año antes de lo que se va Blair. —les dijo mi madre.

— Da igual, mamá. El caso es que el pájaro vuela del nido. —soltó Ray

Papá soltó una carcajada desde adelante y mamá reprimió una sonrisa.

— Por fin. —dijo Dylan. —estaba cansado de verle el careto todos los fines de semana que bajábamos a casa a comer.

— Y de tener que aguantar sus rabietas de niña pequeña. —añadió Ray.

— ¡Oh vamos! —exclamé yo. —Si sabéis que no podéis vivir sin mí.

— Claro que no pueden. —dijo mi padre mirando por el retrovisor. —Todos los días mandan mensajes preguntando por ti.

— ¡Eso no es verdad! —dijeron los gemelos a la vez.

— Claro que lo es. —dijo mamá.

Mis hermanos se hicieron los que no escuchaban nada y se pusieron a hablar sobre algo del trabajo. Después de cinco minutos, llegamos a casa de mis tíos.

— Ojalá pudiera despedirme de mis primos antes de irme. —dije bajando del coche. —A saber cuándo vuelvo...

— Yo creo que para navidades te darán algunos días libres. —me contestó mi madre dándome la mano y besándola. —Te voy a echar de menos.

— Mamá, que aún no se ha ido. —dijo Ray.

— Pero se va, y yo me quedo aquí con tres energúmenos.

— Oye. —dijeron mi padre y mis hermanos a la vez.

— ¿Qué? —preguntó mamá. —Se va mi niña.

Yo le saqué la lengua a los tres y solté a mi madre para ir a tocar el timbre.

Pero no fue Morgan quien abrió, si no mi tío Jon.

— ¡Tío Jon! —le dije al hermano de mi padre, saltando para abrazarlo.

— ¡Enana! —dijo devolviéndome el abrazo.

Creo que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora