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Era de noche, cuando iba por la carretera y un coche oscuro y grande me perseguía. No conseguía ver quien lo conducía o cómo hacerlo parar, así que corrí deprisa por mitad de la carretera para que no me alcanzase.

En una de las aceras estaban mis padres con mis hermanos, les grité desesperada que corrieran o el coche les alcanzaría, pero no me escuchaban. Incluso parecía que era invisible ante ellos. Eso me puso mucho peor, haciendo que el aire me faltase y tuviera que aminorar el ritmo.

Más adelante estaban Lili, Dan, Katy, Daria y Thomas, junto a Derek. Intentaban hablar conmigo, pero por más que intentara escucharlos, no podía. También les grité para que corrieran, pero no lo hicieron. Simplemente se quedaron quietos mirándome, haciendo que el coche los atravesara como si fueran una capa de niebla muy oscura.

El terror me desgarró por dentro, las piernas me temblaban y por mucho que intentaba correr más rápido, cada vez iba más despacio.

Mis ojos se cruzaron con la figura de Isaac, que estaba sentado en uno de los lados de la carretera. Esta vez no lo dudé, y en vez de gritarle para que corriera conmigo, me acerqué y le cogí de la mano. Tiré de él con fuerza, pero no pude levantarle.

— Isaac, por favor. dije sollozando. Levántate y corre.

Sus ojos azules miraron los míos, y luego se volvieron hacia el coche que venía en nuestra dirección.

Desesperada porque no se levantaba y con lágrimas en los ojos, corrí dejándolo en el suelo.

Me caí de rodillas y me las llené de sangre, pero me levanté enseguida.

Giré hacia una calle, pero me topé con un muro gigante que no me dejaba avanzar.

Oía el motor del coche justo detrás de mí...

Estaba a punto de morir.

Grité, lloré y me hice un ovillo en el suelo pensando en que ya no tenía nada. No podía hacer nada. El coche ya había acabado con todas las personas que me importaban.

Así que cuando el coche paró frente a mí, dejé que me llevara por delante.

Caí en picado, envuelta en oscuridad. Mis brazos y piernas rozaban con algo mientras caía, cada vez más rápido, llenándome de heridas. Grité de dolor mientras las lágrimas me mojaban toda la cara.

Abrí los ojos sobresaltada, haciendo que Isaac, quien me tenía envuelta en sus brazos, se despertara asustado.

— ¿Isaac? —pregunté asustada, mientras lo buscaba con las manos.

— Cariño, estoy aquí. —dijo pasándome las manos por las mejillas mojadas. —¿Qué te pasa? —preguntó asustado.

— Yo estaba... pensaba que tu... —balbuceé. —Mis padres...tus hermanos y los chicos.

— Relájate, Blair. —dijo en un tono suave, mientras se reacomodaba en la cama y encendía la luz de la mesita de noche. —Cuenta hasta diez, conmigo. Uno.

— Dos.

— Tres.

— Cuatro.

— Cinco.

— Seis.

— Siete.

— Ocho.

— Nueve.

— Diez. —dije soltando todo el aire por la boca.

— Ya está cariño. —dijo sentándose en frente de mí y acariciándome los brazos. —Es un ataque de ansiedad.

Creo que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora