Llegó el miércoles por la tarde, y estaba con Isaac en mi casa colocando las maletas de cuando fuimos a la montaña. Esta misma mañana, cuando volví de dejar a los niños en clase, me informaron de que ya habían acabado de limpiar y pintar todo lo que se había dañado. Además, vinieron unos expertos en seguridad, e instalaron una alarma, y pusieron un tipo de bloqueador por si había alguna cámara dentro de la casa. Así que, cuando se fueron empezamos a colocar mis cosas, y una pequeña maleta que Isaac se había traído para dejar en mi casa con cosas suyas y así poder quedarse conmigo.
— Si no quieres no hace falta que te quedes. —le dije a Isaac por quinta vez.
— Blair... —me miró, mientras metía una camiseta suya en la cómoda. —¿Crees que si no quisiera estaría aquí?
— Ya, pero... no sé. A ti te gusta tu espacio y todo eso. —me mordí una uña, nerviosa, mirándolo desde la puerta de la habitación.
— Pero contigo no me hace falta el espacio. —dijo acercándose a mí. —Tu completas ese espacio que necesitaba y me faltaba.
Esas palabras hicieron eco en mi interior. Nunca nos habíamos dicho que nos quisiéramos de manera romántica, pero había muchas formas de expresar cosas que no decíamos, y esa me parecía una de ellas.
— ¿Seguro? —pregunté apoyando mis manos en su pecho.
— Claro que sí. —dijo agachándose a basarme.
— Entonces. —susurré sobre sus labios. —Queda oficialmente inaugurada nuestra convivencia juntos.
Isaac cerró el espacio que quedaba entre nosotros con un beso, haciendo que llevara mis manos a su nuca. De un impulso me cogió en brazos, quedándome con las piernas alrededor de su cintura y sus manos en mi trasero.
— Inaugurémosla entonces... —dijo sonriéndome cuando se separó de mis labios.
— Inaugurémosla. —repetí yo, atrayéndolo de nuevo a mis labios.
Nos besamos con ansia, nuestras lenguas jugaban y encajaban entre ellas, nuestras miradas fijas el uno en el otro, nuestros corazones acelerados... un desenfreno de caricias mutuas, que hicieron que Isaac me dejara sobre la cama, con él sobre mí.
— Creo que hoy me gusta más esta casa. —dije.
— Creo que a mi también.
Isaac sonrió y se cercó de nuevo a mis labios, pero no llegó a tocarlos, porque llamaron a la puerta.
— Thomas y Daria han llegado. —dije sonriendo sobre sus labios.
— Podemos darles una habitación y seguir a lo nuestro. —sugirió Isaac.
— O... podríamos ir con ellos y esta noche acabar lo que hemos empezado.
— Estaré cansado de entrenar.
— Yo no. —sonreí picara.
— Te cansaré entonces. —me contestó antes de dejarme un beso en los labios y levantarse.
Le sonreí, a modo de respuesta, y me fui con él hacia la puerta de la entrada. Isaac abrió, mientras yo me sentaba en el sillón.
— Hola. —dijo Thomas entrando y revolviéndome el pelo, desde detrás. —¿Qué pasa, rubia?
— Aquí estamos. —le sonreí.
— Me alegro de que esto ya esté mejor. —dijo mirando el salón, que estaba como si no hubiera pasado nada.
ESTÁS LEYENDO
Creo que te quiero
RomanceQuerer no es fácil y cuando te cruzas con alguien como el hijo de tu jefa menos aún, pero tampoco es imposible. Blair tendrá que aprender a superar todo lo que tiene escondido dentro de ella y que le da miedo sacar, dándose cuenta de que lo que nos...