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Había viajado en avión tres veces. Una vez fue cuando fui con mi familia de viaje por Europa, la otra, un verano que fui con mi madre a París y la ultima fue un viaje a Florencia con mis primas. Por lo que siempre había viajado acompañada. Pero ahora... estaba sentada en un avión, entre una ancianita que olía a canela y un chico que no cabía entre el espacio del asiento de adelante y el suyo.

La mujer mayor me miró cuando abrió un paquete de galletas y me ofreció.

— ¿Quieres?

— Gracias. —dije cogiendo una galleta de la bolsa.

— ¿Es la primera vez que vuelas? —dijo sonriéndome.

— Sola sí.

— Lo he supuesto. Cuando hemos despegado te estabas cogiendo al asiento como si fuera lo último que ibas a hacer en la vida.

— Lo más probable es que estaba pensando eso.

Ella soltó una carcajada y me tendió la mano.

— Soy Isobel.

— Encantada, soy Blair. —dije estrechándole la mano.

— ¿Y qué se te ha perdido en San Francisco?

— Trabajo. ¿Y usted?

— Oh por Dios, tutéame. —dijo cogiendo otra galleta. —Voy a ver a mi hijo, que vive allí. Acaba de ser padre.

— Eres la abuela guay. —dije sonriendo.

— Me caes bien muchacha.

Pasé todo el vuelo hablando con Isobel sobre su nieto y mi trabajo en San Francisco. Cuando le dije que iba a la zona de Bay Area, me contó que era una de las más privadas y caras que había en San Francisco. Y que si iba a trabajar allí, que no me extrañara el hecho de que viviera en una casa dentro de una mansión, porque allí había casas con muchas hectáreas.

Me despedí de Isobel cuando nos separamos en la terminal de llegadas. Allí había un chico vestido de etiqueta con un cartel que ponía mi nombre. No tenía muchos más años que yo. Dos o tres más.

— ¿Blair Reed Walsh? —dijo el chico cuando me paré en frente de él.

— Soy yo. —dije sonriéndole.

— Soy Nick, sígueme. —me dijo y cogió mi maleta.

Seguí a Nick por el aeropuerto. Era un chico guapo, atractivo, moreno, estaba bastante bueno y seguro que mis primas ya se hubieran lanzado y estarían tonteando con él.

Llegamos a un Audi negro. Él subió la maleta al maletero y me abrió la puerta de la parte trasera del coche para que me subiera.

— Vale. —dijo Nick cuando se subió al coche. —Katy no va a estar cuando lleguemos, por lo que me ha dicho que te dé el contrato y te lo vayas leyendo de camino a casa. —me dio una carpeta con varios papeles dentro.

— Está bien. —dije cogiéndola, mientras los ojos oscuros de Nick me examinaban. —¿Pasa algo?

— ¿Qué?

— Me miras raro.

— Es que eres la niñera más joven que ha venido a trabajar a casa.

— ¿Y eso que más da? —pregunté extrañada.

— La señora Sophie no suele traer a gente joven a trabajar.

— ¿Y tú?

— Ya bueno, estoy yo. Pero es diferente.

Creo que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora