19

41 2 0
                                    

— Los móviles van aquí. —nos señaló la mujer que había a la subida de unas escaleras.

Isaac fue el primero en dar el suyo, y después yo entregué el mío. La mujer nos dio una llave con el número de nuestra taquilla y nos abrió el paso.

Caminé por detrás de Isaac mientras subíamos las escaleras, cuando llegamos al descansillo, Isaac se paró a esperarme. Él se giró hacia mí y me sonrió.

Y ahí estaba, de nuevo, mi Isaac. Ya no era el de la conversación con Garret.

Miré a Isaac, intentando comprender el porqué de sus cambios de personalidades. Y es que después de pensarlo, me di cuenta de que era su escudo.

Todos lo teníamos, todos usábamos algo para escondernos o protegernos cuando la conversación o situación no nos gustaba. E Isaac usaba esa faceta de chico que le daba igual todo, impasible y frío. Sobre todo cuando hablaba con gente como Garret, su entrenador, e incluso, con Nick.

Entonces, ¿era para demostrar más poder que el resto? ¿por orgullo? o ¿por miedo a que usasen sus emociones contra él?

— ¿Vamos? —me preguntó al llegar arriba.

Asentí, e Isaac posó su mano en la parte baja de mi espalda. Y quizá, fui un poco infantil, pero me separé y me crucé de brazos.

Isaac me miró extrañado y se paró.

— ¿Por qué has hecho eso? —preguntó bastante confundido.

— ¿El qué?

— Separarte.

— No sé, ¿Por qué le has mentido al padre de Hayley sobre mí? —pegunté molesta. —¿Te avergüenzo?

— ¿Qué? —preguntó acercándose a mí. —Claro que no, cariño.

— No me llames así. —dije por el tono en el que me dijo cariño.

— No me avergüenzo de ti.

— ¿Entonces por qué le has mentido?

— Ese hombre es un entrometido, y no quería que te molestara.

— ¿Sabes que tiene una hija que sabe que trabajo cuidando a tus hermanos y nos ha visto besarnos? —exasperé.

— Hayley no habla con sus padre. —dijo metiéndose las manos en los bolsillos

— Oh, claro... —exclamé sin creerlo.

— Se que ella no dirá nada, la conozco.

— Claro que la conoces, es tu futura prometida. —volví a cruzarme de brazos.

Isaac me miró y soltó una carcajada.

— No me hace gracia. —contesté.

— Estás celosa.

— ¿Qué? —pregunté con la voz, una octava más aguda que de costumbre. —No es verdad. Solo estoy enfadada porque le has dicho, que solo nos conocemos profesionalmente —dije imitando su voz. —Has mentido sobre lo que trabajo y, puede, que me haya molestado un poco, el haberme enterado que ya tienes prometida.

A Isaac se le escapó una sonrisa de los labios.

— ¿Se puede saber que te hace tanta gracia? —pregunté irritada.

— Tu. Así.

— ¿Enfadada?

— Y celosa.

— Te he dicho que no estoy celosa. —bufé.

— Perdón. —dijo Isaac mirándome. —No quería que te sintieras menospreciada en ningún momento.

Creo que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora