CAPITULO 27

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El gran salón del trono estaba atestado de feromonas agrias. Jeon Hyunsuk se mantenía erguido a los pies de los peldaños de mármol. Su expresión gélida y carente de cordura, hizo temblar hasta al más fuerte de los soldados que conformaban su guardia personal. Un sollozo agudo cobro vida entre el tenso silencio, provocando que la sangre del Alfa bordeara los limites de su escasa paciencia. 

—Encandilaste a mi general como una sucia perra y obtuviste información que no te concernía —mascullo aireado el alfa dominante, con el ónix destellando como fuego sus iris y reforzando bruscamente su agarre en el cuello lánguido de la beta—. ¡Mírame y confiesa! ¡¡A quien le informaste lo descubierto!!

Un grito estremecedor broto de los labios cubiertos de carmín y más de ese liquido caliente descendió en borbotones cuando las garras de Hyunsuk comenzaron a perforar carne y hueso.

—¡¡Dilo!! —rugió Hyunsuk y Minho tembló horrorizado a un costado, incapaz de voltear la mirada hacia la mujer que agonizaba en sufrimiento. Misma mujer que fue su pecado y su condena.  

—S-su.. l-luna..—pronunció apenas la beta con el aire faltante y el umbral de dolor disparándose a niveles exorbitantes. Tal vez en su agonía pensó que su líder le concedería un atisbo de misericordia a su tortura, pero Hyunsuk apretó más el agarre, sumergido en un estado latente de ebullición. La ira nublo sus sentidos y no fue consciente de su accionar hasta que oyó un crujido seco y sintió los huesos quebrarse bajo sus garras. 

El cuerpo de la beta cayó en un golpe seco, a los pies de Minho. El alfa observo la vibración del estertor, el ahogo, la desesperación en esos ojos almendrados y el olor de la sangre. Nunca antes había sentido una sensación igual. Estaba lívido, renqueante y estupefacto. La beta con quien había experimentado más allá del deseo, ahora yacía sin vida en su propio charco de sangre.  

—Traigan a Nayeon. ¡¡Ahora!! —ordeno con voz de mando Hyunsuk, con la respiración agitada y las garras cosquilleando, ansioso de quebrar más de un cuello.

Un par de soldados se retiraron con premura ante la orden, dejando a su general a merced de su iracundo líder. 

—Conoces las consecuencias de una traición —el Líder hablo con un tono oscuro, rodeando a Minho como un felino a su presa—. Por más general que seas, redimirte no es una opción—Varándose frente a los ojos agitados del alfa, tomo el mango de su cuchillo y lo extendió con una clara intención —. Sigue tu destino. —Minho sabia que era inútil suplicar, resignado, tomo con sus temblorosas manos el filoso objeto y lo guio hacia su cuello. Su respiración se acelero con las lagrimas descendentes en sus mejillas y con un movimiento rápido, blandió la hoja en la yugular. Su cuerpo se agito en desesperación, con la sangre caliente disparándose en borbotones y cediendo de a poco al cansancio, hasta encontrar la extinción definitiva de su pulso.

Unos pasos apresurados se hicieron presente por las puertas dobles del salón principal. Nayeon caminaba furiosa, pasando de los guardias rígidos en su posición y llamando a gritos a su esposo. Su cuerpo quedo congelado al advertir el fuerte olor de la sangre y los cuerpos masacrados a los pies de su alfa.

—Acércate querida—habló Hyunsuk, simulando una voz apacible y relativamente dulce. Causando una fuerte conmoción en la omega— ¿Qué sucede?, ¿Acaso no piensas saludar correctamente a tu alfa? —interrogo con los brazos extendidos y el gesto de una sonrisa perturbadora.

Nayeon camino pausadamente, con el corazón latiéndole eufóricamente y sus iris agitándose en temor. Sintió en las suelas de sus zapatos, la viscosidad de la sangre que teñía el impoluto blanco del mármol y a los ojos vacíos mirarle con cada paso que daba.  

 —C-cariño —emitió con voz trémula, llegando a los brazos teñidos de carmín y depositando un beso tembloroso en los labios rígidos del alfa.

INDIGO (Namjin) /COMPLETA/EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora