6.

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   NATALIA

  Le he hablado lo justo. Lo justo como palabras sueltas y necesarias para salir del paso. Incluso Saúl se ha dado cuenta. Nos ha reñido un poco. Cuando se ha dado cuenta del asunto, ha largado que no es quién para meterse en asuntos que no le incumben, pero que dejemos las rencillas para fuera del local, pues da muy mala imagen que los empleados se peleen mientras atienden las mesas. Supongo que sí debe de dar muy mala imagen. Y que se lancen puyitas, miradas agresivas y tal, pues ya es la monda lironda.

    Nos esforzamos por comunicarnos un poco más. A ver, comunicar cuando nos quedamos trabados, despistados, y no sabes qué mesas nos tocan, aunque ya hasta nos compaginamos... por no hablar. ¡Ya estamos con lo mismo! Lo bueno es que yo termino antes que él. Salir antes, sin él a mis espaldas, o no tener que cruzarse a la salida, logra que mantengamos a raya nuestra irá. Más o menos.


    Y esto se traslada al instituto. He reñido varias veces con Elisa porque quiero que esté con Nahuel. No deja de buscarla como quien no puede estar con su otra media naranja. El mío debe de ser, por lo menos, medio limón. He intentado convencerla de que almorzar sola no va a matarme. Mientras, puedo adelantar tareas para que así, por la noche —me estoy volviendo un animal nocturno. Terminaré por no dormir nada. A causa de ello, me cuesta tenerme en pie, bien despierta—. Pero ni así me deja Elisa al margen. He observado de lejos al magnánimo «ni te acerques». No ha sido capaz de dirigirme ni una sola mirada. Noto que Elisa me da unas palmaditas en el brazo mientras estoy distraída en quien no debo.

    —A ver. Necesitas descansar. ¿Te has mirado la cara? ¡Das asco! ¿Por qué no te convences de que no puedes trabajar y estudiar al mismo tiempo?

    —Mucha gente lo hace. Y no se ha muerto —me excuso, sacando pecho.

    —Pero tú no tienes tanto aguante. Y además... —alarga la mirada hacia donde está Tristán. Nahuel le sonríe desde allí. ¡Mierda! La ha pillado—, trabajar con él te estresa un huevo —lanza como excusa con el fin de convencerme y que lo deje.

   Niego.

    —No te preocupes. Saúl media por nosotros.

    Él parece estar al tanto de que me marcho. Se pone en pie dispuesto de cambiar de mesa para acompañarla. Me giro antes de salir y ¡Bingo! Sí que era esa su idea. Tristán se queda con Brian y con Álex en la otra mesa. Me está mirando con el gesto torcido. Debería de alegrarse porque voy a desaparecer de su vista.

    Llego a clase, saco el portátil y a grandes zancadas me marcho fuera, al campus. Busco un lugar tranquilo donde sentarme sobre a hierba junto a mis cosas. Hace un poco de frío. Pero igualmente lo prefiero a mezclarme con el resto de la humanidad que solo hará que distraerme.

    Me concentro en las primeras tareas que ya han caído para mañana. Cada vez que bajo la mirada, mis ojos creen que necesitan cerrarse y lucho contra ello. Me levanto a por un café cargando mis cosas. Regreso. Parezco una loca cargando mis cosas de aquí para allá como alma perdida. Me lo bebo del tirón.

    —Vale, tía. Que no queda casi tiempo. En nada tenemos que volver a entrar —me digo a mí misma. Sí. Soy de esas que suelen hablarse solas constantemente.


    Como el tupido velo que se corre en cuestión de segundos, la semana ha transcurrido en viernes. ¡Ya es viernes! El fin de semana espero tener un poco de libertad para descansar. Valeria no me ha dicho nada. No sé si Nahuel tendrá que ir para cubrir a alguien en la cafetería. Si yo parezco ave nocturna convirtiéndome en zombi, por mi aspecto desaliñado y pálido, no digamos el que tiene él. Parece el propio Cullen de Crepúsculo. Su palidez es extrema. Y sus ojeras remarcadas y negras como el tizón. Imagino que no duerme nada. Y ese misterio que lo envuelve en esa mirada triste, pensativa y distraída sigue asomándose, incluso cuando está sentado conversando con su hermano y sus nuevos amigos de universidad. ¿Qué es eso que lo aflige? Eso que le tiene la mente tan para allá. Lo que lo convierte en un ser huidizo, intratable, áspero... pero hermoso. Lo siento, pero necesito reconocerlo. Porque lo es.

Déjame amarte (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora