TRISTÁN
Había llegado el instante en que tenía que ver, por obligación, a Natalia en el campus. Cruzo los dedos ansiando que no sea así. Sin embargo, el destino es un cabrón al que le gusta jugar conmigo. La encuentro a lo lejos. Me observa con disimulo al tiempo que se mueve hacia su edificio. Pero igual que me observa, deja de hacerlo y me ignora, tal y como me apetecía que hubiera hecho desde un principio. Exhalo sintiendo que un completo desorden caótico me aplasta con fuerza contra algún tipo de gravedad en la que me sostengo hacia el temido vacío.
Recuerdo su ayuda, el sábado. Sé que soy injusto con ella. Pero necesito tiempo. Tiempo para confiar. Tiempo para sentir seguridad en cualquiera de mis movimientos.
Veo venir hacia mí a mi hermano y a mi nueva cuñada Elisa. Cuñada... ¡Ese título le queda grande! Y encima es la mejor amiga de aquella de quien intento mantener alejada de mí. Entonces huyo, accediendo dentro del edificio con la intención de esquivarles. Al fin y al cabo, Nahuel está furioso conmigo y paso de montar la típica escenita que levante habladurías.
Entra a clase después de mí. No se acerca siquiera a preguntarme. Está confirmado que necesitamos espacio para soportarnos después de discutir. Sé que estoy paranoico. Que necesito algún tipo de ayuda superior para superar esto. Pero no quiero. Lo que necesito es que esa despiadada mujer no se acerque a mí para nada. Todavía veo el futuro turbio mientras se otorgue mi derecho a seguir respirando o no.
Durante la clase, Nahuel sigue en su mundo, pasando de mí. A ver... en ocasiones me analiza desde donde está supongo que preocupado por mí, como de costumbre. Por muy cabreado que esté, mi hermano gemelo siempre será mi hermano. Y lo que me duele a él termina por dolerle a mí, y viceversa. Me salpican sus mierdas como su doble, su otra mitad.
Salgo antes que mi hermano de camino hacia la cafetería. Tengo pensado comprar el almuerzo e ir a zampármelo por algún rincón del campus, lejos de miradas ajenas e indiscretas que van a estar vigilándome de cerca si Nahuel y yo iniciamos un encontronazo. Brian y Álex tratan de hacerme compañía. Me excuso como puedo para evitarlo. Hoy no quiero. Hoy, precisamente, paso de meterme en la boca del lobo.
—¿Entonces, no vas a quedarte a desayunar con nosotros?
—Ya os he dicho el por qué. Vale. Llevo prisa —reclamo, apartándolos. Me miran con mala cara. Ya no les parezco el tío majo que conocieron al principio. ¡Pues lo siento en el alma!
Dicho y hecho guardo mi turno en la cola. A lo lejos veo aparecer a Natalia. Va sola. Seguramente, porque Elisa debe de estar con Nahuel. ¿Cómo pueden dejarla sola? En fin... Trato de no mirarla. Aunque quiero conocer sus movimientos. Paso de que me dé una sorpresa.
Y me observa. Con disimulo, o con cautela para no cabrearme más, pero lo hace. Y espera a que termine con mi recogida para guardar turno en la cola. Parece que está cumpliendo lo de mantenerse al margen. ¿Está fingiendo o realmente le importa?
Escucho una vocecilla a mis espaldas. ¿Y ahora qué? Se trata de una mujer.
—¡Hola! Estás muy solitario, chico. ¿Necesitas compañía?
—¿Qué?
Acabo de llegar. Igualmente, no se me pasa por alto que esta mujer pueda se una de esas chicas populares cuando todo el mundo se está fijando en lo que hace, en qué se está entrometiendo, y cómo no, su corte de honor guardan filas detrás de ella.
—Digo, que si necesitas compañía. O ayuda para algo...
Niego, ignorándola. Me toma por el brazo.
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Déjame amarte (Borrador)
Teen FictionTristán toma rumbo a Madrid con la intención de huir de Soria; de su exnovia tóxica a la que denunció, y pidió una orden de alejamiento después de que lo acosara. Después de que lo hiciera pasar por todo un calvario, incluyendo una denuncia, con la...