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   TRISTÁN

  Óscar no ha cambiado nada. Nos ha deleitado con uno de sus arranques humorísticos. Las mismas bobadas que ya hacía cuando estábamos en el instituto. Álex y Brian han cenado con nosotros. Se han venido en nuestra salida nocturna para conocerle.

    Hemos salido por ahí, a tomar algo por Chueca. Los locales llenos siguen teniendo un ángulo ciego que se me sigue antojando peligroso y ambiguo. Puedo imaginar a Estela vigilándome demasiado de cerca, ahí, escondida en alguno de ellos. ¡Puta depredadora!

    Nahuel palmea mi espalda con fuerza.

    —Pues nada, hermanito. Que Óscar se ha apuntado al evento de Barcelona. Álex y Brian también, aunque dicen que nanay de ir disfrazados. Que pasan de eso. Pasan de pasar vergüenza. ¿No es así? —se dirige a ellos.

    Ambos asienten a la vez sin más nada que decir para su acusación amistosa.

    —Ellos se lo pierden. Hago mella en la fortaleza que ocupa la vanidad de mi hermano. Me encanta provocarlo—. Y tú te arrepentirás de no haberte confeccionado el rabito de mono para el tuyo. Te quedaría de lo más «mono» —enfatizo, con un ademán.

    Me propina un empujón. El resto del grupo se descojona con la conversación.

    Óscar se adelanta, opinando con una cómica protesta.

    —¡No me jodas, tío! ¡Deberías ir disfrazado de la transformación donde Goku se convierte en un lindo semi-mono. ¿Ozaru, se denomina? Creo. —Traga saliva, frunciendo en ceño, aunque sin dejar de reír. No se puede contener y mira que lo está intentando—. Deberías de llevar colita en tu disfraz.

    —¡Ya tengo una! —grita mi hermano, airado, señalando hacia sus partes nobles.

    Otro ataque de risa más... ¡Menuda peña estamos hechos!

    —¡Esa no, atontao! Una colita que salga de la parte trasera de tu escuálida anatomía —bromeo.

    —¿Lo ves? Tu hermano opina lo mismo.

    Hace el ademán de cortarme el cuello. Le saco la lengua y me muero de risa.

    Me empuja. Me azuza.

    —Venga, tira a la barra, gilipollas. ¡Vaya hermano tengo que, en vez de ayudarme, ayuda a que lo lapiden con mayor facilidad! Tira hacia la barra que tengo sed —sentencia, con el resto siguiéndonos—. Ya me caéis todos muy mal —va ladrando Nahuel, frunciendo los labios con fuerza.

    —No será eso verdad —busca asegurar Óscar, sin poder recomponerse del descojono que lleva. Que llevamos todos.


    Llegamos a la barra. Pedimos unas birras. Aprovecho una pausa en la espera para mandar un mensaje a Natalia. Contarle que estoy bien. Y que está siendo una noche divertida. Estoy seguro de que no me he ido de su cabeza, sufriendo por si me ocurre algo. Así es como funciona un «ángel de la guarda».

    —Y dinos, chico, ¿qué es de tu novia? Esposa, pareja... ¿Qué secretos nos ocultas? —bromea Nahuel, interrogando a Óscar de cara.

    —Nada interesante que contar. Algún que otro rollo de poco tiempo. Nada más. Me resisto a formalizar nada.

    —¡Oh! Entiendo. —Mi hermano eleva un dedo dispuesto a explicar. ¡Ay, no! Ya empieza con uno de sus discursos personales. Parece un político. Pues, fíjate que yo estoy con la mujer más bonita del mundo. Y por eso alardeo de ello.

    Discrepo.

   —Natalia es muchísimo más guapa —aseguro, entornando la mirada.

    Nahuel me clava la suya, como un ave rapaz.

Déjame amarte (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora